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Una sonrisa contagiosa impulsada por un pecho que late de felicidad. La voz de Zoraida Blanquicet transmite una de repente renovada juventud que contrasta con los años en sus manos y cuerpo. 83 'ruedas', una por cada vuelta al sol vivida sobre la faz de la tierra, la han convertido en una mujer de temple ameno, rostro tranquilo, cuerpo ligeramente superior a 1,50 centímetros y del que inequívocamente sobresalen unas arrugas templadas sobre el cuello y las manos.