Transformación es una palabra que con insistencia repite Jaime Pumarejo cuando habla de lo que han sido estos últimos cuatro años de su vida. La de la ciudad, sin duda, que incorporó el desarrollo sostenible a su jubiloso porvenir, pero también la suya.
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El ‘Puma’, como es conocido popularmente, no es el mismo pelao que se enroló por decisión propia en un proyecto que en 2008 quería devolverle la sonrisa a Barranquilla. Su formación técnica fue clave para que con pragmatismo revolucionario encarara los retos de la pandemia, la reactivación socioeconómica, e impensables proyectos, como el rescate de Mallorquín o la recuperación de la playa de Puerto Mocho, donde ahora será posible bañarse sin toparse con ‘cadáveres políticos’. Gobernar en tiempos de crisis lo transmutó en un líder de la biodiversidad, inclusivo, contestario, si cabe, que no se queda callado.
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