Desde los andenes del corredor de la carrera 44 se apreció de primera mano el desfile de los 200 grupos folclóricos y 150 disfraces que engalanaron la noche de Guacherna. Bajo la luz de la luna y la mirada del público, los danzantes y los personajes representados en los disfraces transitaron en el abrebocas del Carnaval. Llevando consigo, y con cada paso, sus historias.
Aunque por momentos hubo rostros sudorosos y pasos cansados, jamás cesó la algarabía carnavalera. Una ‘María Moñitos’ eterna, un dengue que se siente discriminado por el chikunguña, entre otros personajes, dieron vida al colorido desfile nocturno.
‘María Moñitos’ sigue viva en las fiestas
Con un movimiento sensual de cadera y lanzando besos al público, la mujer de los moñitos de colores desfiló en la Guacherna. Recibió aplausos de los asistentes y los interrogantes de algunos sorprendidos que afirmaban ver en él al mismo Emil Castellanos, difunto creador de ‘María Moñitos’, caminar la carrera 44. El barranquillero Néstor Orellano continúa la tradición de un disfraz ícono del Carnaval. Lleva 13 años homenajeando al personaje, no solo para mantenerlo vigente sino porque descubrió en este una profunda admiración por las fiestas.
'Un compadre me convenció de disfrazarme en 2002. Jamás lo había hecho, ni siquiera había bailado en comparsas, pero lo hice y no me arrepiento. Hacer reír a la gente no tiene precio', comentó el disfrazado de 45 años, al tiempo que hacía un rápido giro de cadera, movía la cintura y lanzaba besos. Orellano hace unos años trabajaba como caminante ambiental del Damab, pero hoy se dedica al mototaxismo. No tiene ningún parentesco, pero su parecido físico con el difunto Castellanos es notorio. Sus ojos son verdes, las expresiones faciales del rostro son muy parecidas, al igual que la contextura de su cuerpo. En estas fiestas planea reunirse con la familia del creador para hablar sobre el futuro del disfraz.
Los recuerdos carnavaleros de Gladys
En la Guacherna, ante los ojos del público, transitaron los disfraces, danzas y el colorido espectáculo nocturno. Para Gladys Pacheco el desfile de afuera se mezcló con sus recuerdos de juventud. Los contó con una nostalgia alegre, en una esquina de la carrera 44. ‘‘Llevo dos años en la Guacherna, pero de Carnaval toda la vida’’, dice mientras hacía su papel de niña disfrazada de ‘La Popis’, su personaje preferido de la vecindad del Chavo. ‘‘Yo soy carnavalera por mi papá que hasta de mujer se disfrazaba y no le daba pena. Por eso aunque esté vieja me lo sigo gozando’’, expresó, arrimándose a las barandas donde la gente amontonada observaba pasar el desfile. ‘‘El Carnaval ha cambiado bastante, antes yo bailaba en la casetas y todo era más barato, ya no hay casetas, ni es barato’’, explicó sin perder de vista a sus compañeros de la vecindad con los que compartió el homenaje al fallecido Chespirito. Doña Gladys por una noche olvidó su rutina de medicamentos, los achaques de la edad y se dedica a pasearse orgullosa, vestida de niña, sacando la alegría que, según afirmó, la rejuvenece. Como el recorrido avanzaba, ella se despidió bailando una cumbia sin polleras, en honor a su vida carnavalera.
Gladys Pacheco, vestida de ‘La Popis’ del Chavo del Ocho.
Primero fue dengue que chikunguña
Boris Pérez perdió la cuenta de todas las veces en las que tuvo que repetir durante el desfile de Guacherna que él no era ningún chikunguña: ‘‘Yo llevo 20 años disfrazado del mosquito del dengue clásico’’, repetía el barranquillero que no cedió a la tentación de modificar su identidad carnavalera por la recién llegada enfermedad. Pérez tiene 52 años, es moreno, de contextura delgada y bajo el atuendo de mosquito desaparecen todas sus facciones para convertirse en el temible dengue. Boris contó que para armar su disfraz requiere un mes completo en el que se dedica a seleccionar cartones, trapos, cintas, vidrios y otros objetos que recicla hasta formar el personaje hecho a su medida. El dengue, que obstinadamente hace recordar, fue por última vez foco de atención pública en 2013, cuando en Barranquilla las autoridades prendieron las alarmas porque, en las estadísticas, los enfermos superaban la barrera de los 1.000 casos. Hoy con el chikunguña, y en Carnaval, eso parece historia patria. Los reportes señalan que desde 2014 hay más de 5.700 casos confirmados y en la ciudad la epidemia figura en afiches, camisetas, canciones y hasta letanías carnavaleras. El chikunguña ha desplazado en popularidad al dengue y Boris Pérez lo ha sufrido en carne propia. Sin embargo, este amante del Carnaval no sacrifica sus fiestas por el mal entendido. 'Yo a la Guacherna vengo siempre, no la pelo', afirmó con entereza mientras se acercaba a la multitud que entre tragos le llamaban chikunguña, aunque en el pecho de su disfraz estuviera grabada la leyenda del dengue clásico.
‘La barriga e’ trapo’ y su eterno embarazo
Desde hace 18 años ‘La Barriga e’ Trapo’ sale a recorrer los desfiles de Carnaval buscando un padre para sus ocho hijos y un médico que quiera tratarla. 'Tú me dijiste que no hacías pelaos y mira: aquí llevo cinco tuyos y tres del que tienes al lao', gritó angustiada la preñada, señalando a uno de los barranquilleros que desde el anden gozaba la Guacherna. Atala Ochoa Torrenegra, de 56 años y oriunda de Manatí, Atlántico, es la artífice del disfraz. Lleva participando en el Carnaval desde 1978, pero en 1997, cuando la prensa dio a conocer el fraudulento embarazo de Liliana Cáceres, creó uno de sus disfraces más aclamados por la gente. Tiene más de ocho, entre los que se destacan ‘La loca’, ‘Fantasía Carnavalera’ y ‘El espíritu de las aguas’, que usó en 2010, en alusión a la inundación que sufrió el Sur del Atlántico. Su esposo y sus dos hijos, afirmó, le apoyan y ayudan a crear nuevos personajes. A ella le gusta disfrazarse en Carnavales porque considera que es una forma de 'representar y burlarse de la cotidianidad del pueblo colombiano'. Durante su recorrido cazó a diez hombres y recogió firmas para la colecta de los pañales. 'El caso de ‘La Barriga e’ trapo’ me pareció uno de los mejores momentos macondianos del país y no podía faltar en el Carnaval', indicó la mujer, docente de 56 años. Su disfraz consta de una estructura ergonómica que le permite sobrellevar el peso del traje. 'En esta barriga llevo el peso de la alegría del pueblo colombiano y sus tristezas', afirmó la embarazada, mientras frotaba su barriga y a lo lejos le gritaban: '¡Dónde está el que la tiene de trapo!'.
Una comparsa capaz de brillar en Carnaval
Entre aplausos y gritos de admiración, los 25 integrantes de la comparsa ‘Ilusión del Caribe’, conformados por personas con síndrome de Down o alguna disfuncionalidad cognitiva, danzaron al son de porros y cumbia. Celia Oñoro de Maury, presidenta de la asociación folclórica, afirmó que el grupo lleva 21 años participando del Carnaval de Barranquilla. 'Vienen bailando desde que tienen los 12 años, cuando era una comparsa infantil. Hoy tienen 30 y 35 años y todavía lo hacen con la misma energía', señaló la presidenta, mientras veía bailar a su hija, Michela Maury. La danzante, de 30 años, dio muestra de pasión y entrega por el Carnaval, al danzar con destreza y entusiasmo. Una permanente sonrisa siempre acompañó su pasos. Esta barranquillera trabaja en el área logística de una supertienda de la ciudad y cada vez que llegan las fiestas su alegría se transforma en baile. 'El Carnaval lo llevamos en la sangre. Me siento muy feliz al hacer parte de él', afirmó Michela en un breve descanso para retomar su presentación sobre la carrera 44. Metros atrás, su mamá explicaba que la idea nació en 1994 al darse cuenta del gran gusto de su hija por la música de Carnaval. Tras varios intentos fallidos para que la aceptaran en algunas comparsas infantiles de la época, decidió crear una propia para menores en la misma condición.
'La comparsa se llamaba Sueño Especial. Durante todo el año hacemos rifas, paseos y comidas para recoger fondos', indicó la sonriente madre, orgullosa de escuchar los aplausos del público por el organizado baile del grupo.