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En el kilómetro 28 de la vía Barranquilla-Ciénaga, en el costado occidental de la troncal, yacen centenares de mangles, ahogados en un lago verdusco y salado. Esqueletos grises por el constante ingreso de agua de mar, las altas temperaturas, la falta de lluvia y la mala mano del hombre. Sobre el asfalto de la carretera muere ocasionalmente uno que otro animal por el embate de los vehículos, pero en las pequeñas ciénagas que hay alrededor sobreviven a diario, desde la década de los 80 cuando ocurrió una de las peores catástrofes ecológicas del país por la construcción de la autopista, cerca de 37 mil hectáreas de manglares.

Hoy el paisaje dantesco parece asentarse más a los lados de la vía. Cincuenta kilómetros en los que el lente de EL HERALDO evidencia cementerios de mangles y terrenos baldíos donde alguna vez hubo material vegetal. Lagunas que son más saladas que el mar o en las que el hombre actualmente puede caminar.

Los manglares son ecosistemas dominados por grupos de mangles, que comúnmente crecen donde hay aguas salobres (mezcla de aguas saladas y dulces). Albergan gran biodiversidad y por ello se les considera una de las cinco unidades ecológicas más productivas del mundo. Sin embargo, cuando están expuestos a mucha salinidad el solo olor a salitre es sinónimo de muerte.

En el kilómetro 28, así como en el 20, 22, 35, el ingreso del mar y la evaporación que se produce por las altas temperaturas y los fuertes vientos generan la hipersalinización (concentración elevada de cloruro de sodio o sales minerales) en los ecosistemas. El cáncer de todas las pequeñas lagunas que están atrapadas entre el mar y la vía Barranquilla-Ciénaga, desde la construcción de esta en 1956.

Un sistema se hipersaliniza cuando supera 45 puntos de salinidad. Según el Instituto de investigaciones Marinas y Costeras, Invemar, los lagos hipersalinos de esta vía alcanzan los 50 y 60 puntos. Es tanta la concentración del mineral, que los pobladores aprovechan el fenómeno para producir sales marinas, en esta temporada. La evaporación precipita su creación.

Vista en detalle de los mangles del kilómetro 28. Se observa la sequía del lago.

De los cuatro tipo de mangles (rojo, blanco, negro y botoncillo) que hay en este sector, el más resistente es el rojo porque tiene raíces largas y está en la primera línea frente al mar. Los menos resistente son el botoncillo y blanco porque están condicionados para vivir en zonas donde el mar no tiene tanta influencia.

'Cuando el sistema tenía los caños funcionando, es decir antes que se hiciera la carretera, la ciénaga aliviaba esas hipersalinizaciones porque había un flujo natural de las aguas hasta esas zonas. Ahora la situación se agrava porque no lo hay', explica el capitán Francisco Armando Arias, director del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), vía telefónica.

El instituto ha venido realizando un monitoreo de toda la ciénaga Grande de Santa Marta, desde hace varios años. Las condiciones de El Niño, el déficit de lluvia y de entrada de agua en el Magdalena produce no solo la muerte de los manglares, sino de toda forma de vida que esté en estas lagunas.

Esto no muchos lo notan o le dan importancia, pues desde cualquier punto de la vía se avistan las miradas indiferentes de los pasajeros que se mueven velozmente en los vehículos.

Todos tienen afán en esta vía, incluso las olas del mar que amenazan con tragarse varios puntos del recorrido.

La carretera Barranquilla-Ciénaga ahora es una jungla de cemento, bosque, agua y arena, donde los costeños buscan la armonización, antes que la imposición que ejercieron en los 50.

Las consecuencias de ese acto irresponsable se pueden evidenciar en los pequeños lagos rojos que están a los lados de la vía. Una muestra típica de hipersalinización, producida por la presencia del crustáceo Artemia Salina, el único que soporta los altos niveles de sal. Al morir las otras especias, este crece rápido y se propaga en todo el cuerpo de agua. Las consecuencias también se pueden notar en la garza que ahora se esponja y tuerce el pescuezo al tocar parte del carmesí lago con las patas, y que revolotea unos segundos antes de volar hacia otra laguna menos salada en el kilómetro 22. En el lugar no se ve otro tipo de animal, ni siquiera iguanas u hormigas. La brisa apenas y mueve las hojas y ramas de los árboles del lugar. El agua de la ciénaga está tibia y el fogaje parece intensificarse cerca de esta. El silencio del ambiente solo es interrumpido por el pasar de los vehículos y el sonido de las olas del mar cuando besan la orilla.

Luis Obeso, operario del Parque Isla Salamanca, cree que la hipersalinización comenzó a matar nuevamente a los manglares desde principios del año pasado.

'Esto está muy salao’, el agua es demasiado salada, y le sigue entrando aún más del mar cada día. Hay muchos mangles muertos, muchas especies se han ido como el zorro manglero, buscando mejor alimentación', explica Obeso, un flaco alto de hablar pausado y lentes oscuros para el sol.

Siete kilómetros más adelante, en el 35, el terreno que alguna vez fue ocupado por manglares y material vegetal es prácticamente un peladero. El suelo resquebrajado se desgaja con cada pisada. El sol no tiene clemencia con los restos de mangles que quedan en tierra.

Medidas. Alfredo Martínez, sub director de la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), destaca que a pesar de que la entidad realizó dragados al finales de 2015 en el caño Clarín, paralelo a la vía, para darle un poco de agua dulce que viene del río Magdalena al sector, y dragó los caños del vía Parque Isla Salamanca, por el fenómeno de El Niño y déficit de lluvias hay una situación crítica en el bosque manglar de la autopista.

'Nosotros advertimos desde el año pasado que iba a haber una mortandad de mangles y peces por las condiciones de El Niño, y ante eso es poco lo que podemos hacer', sentencia Martínez.

Para el capitán Arias, estas condiciones en las ciénagas de la vía no van a cambiar mientras no empiece a llover. La capacidad de respuesta de las autoridades, dice, es mínima frente al fenómeno meteorológico, pero recuerda que el mal diseño de la carretera contribuyó a que el sistema fuese más vulnerable. También cree que los manglares son lo suficientemente resistentes para soportar las actuales condiciones y que aunque no todos vuelvan a reverdecer con las futuras lluvias, muchos sí lo harán.

Según el monitoreo de la corporación, desde 1996 hasta el presente hubo un buen comportamiento del bosque manglar, pasando de tener 24 mil hectáreas a 37 mil. Sin embargo, durante 2015 y 2016 la entidad ambiental estima que se registre una mortandad considerable de manglares.

Doble calzada. Invemar ha recomendado que se replantee el proyecto de doble calzada de la vía, cuya factibilidad ya fue radicada ante la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), y se aproveche la oportunidad para hacer un diseño más armónico con la naturaleza. Considera que hay zonas donde es necesario hacer viaductos para recuperar los flujos de agua que transitaban antes de la construcción de la carretera. Corpamag también advierte lo mismo y enfatiza que 'la próxima obra de la vía no se convierta en otro dique para la ciénaga'.

El Niño, según estimaciones del Ideam, se extenderá hasta junio. Hasta que ese momento llegue y realmente decline el fenómeno, los manglares, los trupillos, cactus y especies que aún habiten en la zona volverán a comenzar un proceso de restauración ambiental, en el que solo el tiempo demostrará cuán mortífera fue la hipersalinización esta vez.

El marco legal

El Ministerio de Ambiente, para asegurar el uso sostenible de los ecosistemas de manglares, expidió la Resolución número 1602 de 1995 y la 020 de 1996, que ordena los estudios sobre el estado de los manglares y establece restricciones de uso. La Resolución 924 de 1997 fijó los términos de referencia para la realización de los estudios y la Resolución 257 de 1997 establece un sistema de monitoreo y control de la calidad de las aguas, flora, fauna y suelos de los ecosistemas de manglar. Según estimaciones recientes, los manglares en el país tienen una extensión aproximada de 285.049 hectáreas (Ha), distribuidos en los litorales Caribe con 90.160.58 Ha. y el Pacífico con 194.880 Ha.