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Las familias de los 33 niños muertos en Fundación, Magdalena, dentro de un bus prendido en llamas que retornaba de un culto religioso, el 18 de mayo de 2014, coinciden en que para el común de la gente el suceso es, un año después, el recuerdo de una tragedia que los impactó. Para ellas es una herida que sigue abierta.

Dicen que durante 12 meses han llorado a sus hijos fallecidos y han tenido que reclamar ante jueces y otras autoridades administrativas para que hagan justicia y cumplan con las promesas hechas.

'Por ejemplo, hemos pedido el cambio de radicación del proceso porque el juez Único Penal Especializado, Alfonso Saade, en un reciente fallo, le otorgó libertad al dueño del bus comprometido también en el siniestro', dice Édinson Quintero, padre de Michell y Andrea muertos en el pavoroso incendio.

Ornela Torregrosa, quien perdió a sus dos hijos, se lamenta: 'El Gobierno no nos ha construido el monumento de los niños que nos prometió en el sitio del accidente; tampoco han hecho realidad el alcantarillado de los barrios Faustino Mojica y Altamira y esperamos el parque para este último sector'.

Para los padres no ha sido fácil este año con sus hijos ausentes. La recuperación sicológica y mental ha sido tarea de un grupo interdisciplinario. Para ellos aquí es donde ha estado 'la gran ayuda'.

'Las terapias con sicólogos han sido fundamentales en el proceso de adaptación a una nueva vida', asegura Sandra Quintero quien también perdió a sus dos pequeños. Luego de los hechos fue activado un programa de salud mental que todavía involucra a psiquiatras, psicólogos y terapeutas ocupacionales.

Si bien las familias han estado unidas por un mismo drama, cada una ha llevado el dolor de manera particular.

EL HERALDO visitó a cuatro de las madres para conocer cómo han vivido este último año. Aquí un recuento de lo que ha sido este primer año de la tragedia.