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Hace un año Yenis Movilla Ortíz y su esposo Jorge Luis Otero sintieron que con la muerte de su hijo Bladimir, de 3 años, la vida se les acababa. Sumidos en una profunda tristeza llegaron a pensar en lo peor.

Bladimir era el primogénito de la familia, el hijo que con amor habían concebido, por quien hicieron toda clase de esfuerzos y sacrificios. Ella, ama de casa, y él, ebanista, entregaban todo por el bienestar del pequeño.

Pero el 18 de mayo del 2014 todo se derrumbó; las ilusiones se desvanecieron al igual que las ganas de seguir viviendo, como hoy lo reconocen.

Con el tiempo fueron apareciendo los verdaderos amigos y con ellos los consejeros. Llegaron los sicólogos y empezó un proceso de transformación mental. Les hicieron ver que la vida se cambia desde adentro, desde el pensamiento.

'Nos decían que tomaría tiempo, pero que era posible, que cambiar de vida era una labor que indiscutiblemente podíamos ejecutar', comenta Yenis.

Y así fue. Con el transcurrir de los meses la pareja empezó a trazar un nuevo futuro. Hoy lo que más anhela ella es quedar embarazada, algo que –asegura con certeza– 'cualquier día se dará'.

'Si mi nuevo hijo nace varón quisiera darle por nombre Bladimir, pero hay mucha gente que manifiesta que sería mejor otro', dice.

En un sitio especial de la vivienda guarda los juguetes y la pequeña bicicleta de su 'angelito', como recuerda al niño, pues está segura de que pronto los desempolvará. Yenis atiende las tareas doméstica, mira con cariño las fotos de Bladimir en su álbum, riega las margaritas multicolores y las campanitas sembradas frente a su casa, a las que les habla como si a través de ella se comunicara con su pequeño. 'Hay días en que ellas (las matas) amanecen tristes, entonces las riego, les hablo, les digo que deben vivir y que yo estaré ahí presente para ayudarlas', expresa la madre que dice haber aprendido que en busca de la superación se 'necesitan palabras que bendigan los senderos'.