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Rosa Cantillo Carrillo y su esposo Édinson Quintero Sanabria no solo tienen colgadas en la pared de la sala de su casa las fotos de Michell y Andrea, sus hijas de 8 y 6 años, sino también la de Diomedes Díaz, el ídolo de las chiquillas.

Recuerdan que eran tan apegadas a la música del Cacique de La Junta que se aprendían sus canciones y las bailaban, aunque también eran fanáticas de la champeta.

Hoy, cuando honran sus memorias con ocasión del primer año de muertas, sus padres hacen sonar los temas musicales del artista porque sienten que de esta forma les están 'rindiendo un alegre homenaje'.

'Esas niñas se aprendieron las canciones de los casetes y los CD que su papá traía de vez en cuando', comenta Rosa. Mientras la mayoría de las madres del siniestro quedaron con deseos de no seguir viviendo, ella, de 30 años, sintió lo contrario. No perdió las ganas de vivir porque, pese a su dolor, tenía cinco motivos: Jesús, Edinson, Sebastián, Laura y Yurenis, sus otros hijos.

Asegura que el cambio de actitud que sí le produjo la muerte de Michell y Andrea es que ahora es más protectora con sus cinco pelaos. 'A veces quisiera que no salieran a la calle', confiesa.

Revela con preocupación que Edinson, el segundo de la familia, quien iba en el bus cuando se incendió y vio morir a sus hermanitas y a otros familiares, recibe ayuda sicológica, pues fue tan tremendo el impacto de hace un año que aún le da miedo montarse en carros. 'Prefiere andar a pie o en moto', afirma la madre.

La familia Quintero Carrillo vive en el barrio Faustino Mojíca, en una casa que la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia les arregló. El Gobierno Nacional le regaló una vivienda en el barrio Los Rosales, pero por el momento no piensan mudarse.

'Quizás en diciembre, porque es que aquí en el Faustino están todos los recuerdos', anota.

Para Rosa y su esposo el coraje está en que han seguido adelante cuando las fuerzas flaquean.