Compartir:

Desde hace 11 años, cada 21 de octubre es para los Gualdrón Granados una fecha que quisieran que 'jamás hubiese existido en el calendario'. Ese día, domingo, como hoy, en un abrir y cerrar de ojos desapareció Héctor David, de 3 años, el consentido y la máxima alegría del hogar.

Alexander, el padre; Yolima, la madre y Alexa, la hermana mayor –que para la época contaba con 7 años– disfrutaban de un soleado día de playa en el sector de Kennedy, un barrio costero de Ciénaga, en donde la brisa marina se conjuga con los fríos y refrescantes vientos provenientes de la Sierra Nevada.

Eran las 4:00 p.m cuando en un espabilar, el pequeño –que juagaba sobre la arena– se perdió de la vista de sus padres. 'Mis papás descartaban que el mar se lo hubiera llevado, pues hacía solo unos pocos segundos lo habían visto en la playa', dice la hermana.

La búsqueda se inició y todos en el sector se sumaron a ella, pero con resultados negativos. Hubo quienes manifestaron haber visto a dos personas cargando con el niño con rumbo hacia la Ciénaga Grande. Poco después se dijo que lo habían visto por Tasajera.

El entonces comandante de la Policía del Magdalena, coronel, Roque Lara Tello, manifestaba que las investigaciones avanzaban de manera lenta y que 'lastimosamente no había existido comunicación alguna con los supuestos secuestradores'.

'Todo apunta a que el niño fue vendido a un matrimonio extranjero y estamos tras esas pistas', precisó el oficial en su momento.

A mediados de junio del 2008 integrantes del Gaula apresaron por este caso, en el barrio Andalucía, en el occidente de Bogotá, a una mujer con orden de captura por el delito de secuestro simple; ya se le había dictado medida de aseguramiento a un hombre cómplice. Ellos nunca confesaron qué hicieron con el niño.

El 21 de octubre de ese 2008, con ocasión del primer año de la desaparición o secuestro de Héctor David, se realizó una concurrida marcha que movilizó a los cienagueros por las calles de su ciudad.

Los Gualdrón Granados sintieron el estímulo de las gentes y recargaron sus fuerzas para seguir luchando sin perder la esperanza.

Sabían que era esa pequeña chispa de esperanza la que los motivaba a ver las cosas de forma más positiva. 

Y es que Alexander Gualdrón, el padre, siempre comulgó con la frase de que 'la esperanza es el factor más importante cuando se trata de superar los grandes retos y problemas de la vida'.