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Algo raro está ocurriendo en la región de Minca', se oye decir a los habitantes de este corregimiento enclavado en la Sierra Nevada de Santa Marta, en donde la reciente desaparición de dos niños los ha unido y les ha permitido reconocerse como hermanos, en el dolor y en el sufrimiento.

Alit David Sánchez Maldonado, de 22 meses de nacido y Alberto Cardona Sanguino, de 6 años, han hecho que hoy este poblado, de 2.500 habitantes, haga de sus tragedias una causa común. Sus extrañas y hasta hoy inexplicables ausencias, tienen a los nativos articulados y concentrados en el propósito de encontrarlos.

Y aunque los días pasan sin que de ellos se sepa algo, a todos los empuja la que consideran una de la fuerza más poderosa: la esperanza.

La misma que tuvieron décadas atrás, cuando la región, que vivía momentos de pujanza y prosperidad, mermó con la incursión de grupos guerrilleros a comienzos de los años 70 y, posteriormente por paramilitares en los 90, quienes por medio del terror y el miedo silenciaron a la población y controlaron la zona.

Hoy, cuando esas épocas aciagas parecían haberse diluido, asoma una nueva, pero con el agravante de que no se sabe quién o quienes la protagonizan y con el interrogante del ¿por qué los niños?.

De las mulas a la moto

En medio del optimismo que hay por la aparición de Alit David y Albertico, a los moradores de Minca y Tigrera (su principal vereda y de donde desapareció el segundo de los mencionados), una preocupación los desvela y una pregunta les da vuelta en sus cabezas: ¿Por qué el pueblo ha cambiado tanto?.

El sacerdote Ismael Torres Delgado, párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, oriundo de Mogotes Santander y un hijo adoptivo de la región, afirma que 'el cambio ha sido notable'.

'La Minca agraria y cafetera; la de mulas en los patios de las casas y en el parque, ya no existe. Ahora hay mil motos y solo una mula', anotó.

Afirma que ha sido tanto lo perdido que 'los campesinos no están produciendo todos aquellos productos agrícolas que sacaban a la plaza para venderlos… ahora todo hay que traerlo de Santa Marta'.

Estima el clérigo que quizás esto que ocurre obedece a que 'la cultura e idiosincrasia del nativo se ha mezclado con elementos externos'.

Luis Páez Jiménez, el patriarca de la comarca, de 80 años, con pérdida de la visión debido a una enfermedad senil, sostiene que 'el cambio ha sido mucho'. Él, que llegó a esas tierras hace casi medio siglo, asegura que 'ahora las costumbres son diferentes'.

'Los niños jugaban en las calles, en los patios y nada les pasaba, ahora toca tenerlos escondidos para que no se los roben o les hagan daño', anotó.

Sostenido en pie por un bastón, el viejo Páez, sintetiza en una palabra lo que en Minca está sucediendo en el presente: ¡Bandalaje!.