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Una mañana de domingo del 11 de enero de 1970, los Lleras - Noriega organizaron un paseo en bus desde Barranquilla a Santa Marta con el fin de agasajar a los Vengoechea, familiares que los visitaron desde Bogotá. Al medio día, y luego de bañarse en las aguas del río Bonda, decidieron irse para El Rodadero, donde era su destino inicial y el cual cambiaron en el decurso del viaje.

A Bonda llegaron después de las 10 a.m. Los recibieron las corrientes frías del río, los insectos y las piedras del afluente que impidieron que el disfrute fuera pleno. Por eso decidieron trasladarse a El Rodadero, que a la postre era el anhelo de todos, aunque nadie entendió por qué se modificó la ruta del paseo.

A las 12:15 del mediodía, rumbo al balneario turístico, el bus con 50 personas cruzaba la línea férrea en Mamatoco y, como un fantasma, apareció el ‘Expreso del Sol’: un tren gigantesco de pasajeros que movilizaba turistas desde el centro del país. El impacto causó 36 muertos, entre los cuales 24 eran miembros de los Lleras, y tres, de los seis, eran Vengoechea. El tren se descarriló dejando a varios de sus ocupantes heridos.

En el sitio

Alberto Luis Lleras-Noriega Hernández, uno de los sobrevivientes y quien el día del siniestro cumplía 12 años, llegó al lugar del accidente, después de 49 años de aquel luctuoso suceso que conmocionó a todo el país, especialmente al Caribe. Lo hizo acompañado de su esposa Cristina Abadía y de EL HERALDO.

Observó que allí algunas cosas han cambiado, por ejemplo, que no hay tanto monte como en aquel entonces. La línea del tren ya no está paralela a la carretera; ahora hay un paso nivel elevado, construido justamente para evitar el peligro que para los transportadores representaba ese punto de la vía que de Santa Marta conduce a La Guajira.

Silente, caminó sobre la vía férrea, se sentó sobre un montículo en concreto a un costado de la misma y con la mirada fija hasta donde los rieles se pierden de vista, suspirando y absorto, evocó el horrendo momento. Acto seguido se puso de pie, sacó un pañuelo y secó sus ojos humedecidos. '¡Uffff!', se le escuchó.

No era para menos, en ese accidente había perdido media familia… A su padre Segismundo, a sus hermanas Omaira y Marbel Luz, también tíos y primos. Pero el sino trágico no se detuvo en Santa Marta, la abuela Gregoria falleció en Barranquilla, de un infarto, luego de enterarse por la radio de la infausta noticia. El nombre de su hijo (Segismundo) fue el primero en ser mencionado por el locutor al momento de leer la lista de víctimas fatales.

Alberto Luis Lleras, quien sufrió fracturas en una de sus piernas, quemones en la piel y raspones, dijo que así como el tren se llevó a toda mi familia, 'hoy regreso al sitio para decir que vivo con la esperanza de que mis seres queridos resurjan a través de todos los que hemos quedado vivos'. 'Soy mucho más que mis cicatrices', precisó.

‘Beto’–como por cariño le llaman– es de los que opina que si una persona nunca ha experimentado la verdadera fatalidad, envejecerá sin saber cómo evaluar su lugar en la vida. 'Es que la adversidad se derrota con la fuerza del corazón', dijo.