Asomada a la ventana de su habitación en el piso 7 del Hospital ‘Julio Méndez Barreneche‘, desde donde observa el transitar de carros y gentes por la convulsionada calle 22 de Santa Marta, Marina Mogollón , de 74 años, retrotae su juventud en Pamplona, su tierra natal, abrigando la esperanza de volver, quizás para morir con los suyos.
El 13 de abril del 2014 (hace 5 años) fue abandonada en el centro asistencial, luego de haber sido remitida desde el hospital San Cristóbal, de Ciénaga, con un diagnóstico primario de úlcera; sin embargo, en el proceso científico de rigor se descubrió que era portadora del VIH.
Al principal hospital del Magdalena la llevó un gestor social. Su estado de salud era delicado, estaba esquelética y demacrada.
Dos días después de haber sido internada un hombre asomó sus narices por el hospital y manifestó ser su hijo. Tras dejarle a los médicos y personal administrativo su número celular, dijo con increíble insensibilidad: '¡Avísenme cuando fallezca!'.
De ahí en adelante no se supo más nada de esta persona, pues el número del celular no estaba activo. Marina Mogollón quedó en manos del personal científico del hospital, pero allí muchos dicen que su salud requiere más que fármacos.
'Fue internada y aislada; el médico infectólogo la trató por varios años. Hoy es una persona con la enfermedad estabilizada, con otro semblante, animada y convencida que las tormentas hacen a la gente más fuertes', aseveró Rafael Jimeno Peña, coordinador médico de admisiones del Hospital ‘Julio Méndez Barrenche’.
Recordó que al principio la señora Marina –como le llama con respeto y cariño- entró en un estado de depresión; 'no comía y ni hablaba con nadie'. Estaba claro que había que darle muchas dosis de la mejor de las medicinas: Amor.