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Entre botellas de plástico, de vidrio y elementos de icopor una manada de garzas posan sobre el río Manzanares, en su desembocadura frente al mar Caribe. El agua es turbia, de color verdoso y pestilente.

Las aves, como domesticadas, ajenas al ruido, no se inmutan ante la presencia de humanos que llegan al afluente, unos para anclar sus botes tras exhaustas faenas de pesca en el mar; pero otros, para arrojar basuras y hasta excretas.

No muy lejos de allí, a escasos 200 metros, en el barrio La Tenería, un colector abre sus compuertas vertiendo las aguas servidas del sur de la ciudad. Una práctica que la comunidad aledaña siempre ha rechazado, pero que poco o nada han hechos las autoridades gubernamentales por corregir.

'Es que el río cuando llega a la bahía vomita toda la materia fecal que lleva consigo', explica el ambientalista Salvador Valdeblánquez.

Es esta la constante del lugar de este río en donde hay agua, así esté contaminada.

Y solo basta con adentrarse en su cauce un kilómetro y medio - hasta el puente de la carrera 4 - para encontrarse en suelo firme con escombros, palos, llantas y otros desechos materiales. Como por arte de magia, ¡el agua ha desaparecido!

Es aquí donde termina un calvario de 18 kilómetros, que comienza cuando el afluente asoma en el casco urbano, en los linderos de Mamatoco, por el oriente de la ciudad.

Se estima que del Manzanares se han sacado este año 250 toneladas de basura. El río nace en la Sierra Nevada de Santa Marta en la estrella hídrica de San Lorenzo y entra al Distrito atravesándolo hasta desembocar en la bahía.

Lucha esteril

Fueron Salvador Valdeblánquez, Edmundo Baquero, Roberto Munárriz, Armando Lacera Rúa y otros, los pioneros en promover acciones en pro de la recuperación del afluente.

Este grupo de ecologistas promovieron el primer foro sobre el tema. Se hicieron llamar ‘Amigos del Río’. El evento fue el 9 de octubre de 1990 (hace 29 años), tuvo como escenario el auditorio de Cajamag y fueron expositores Augusto Pinto, Eduino Carbonó y Alfonso Escobar Nieves.

Hoy, luego de casi tres decenios, la desazón se apodera de Valdeblánquez, el principal promotor, porque la lucha pareciera haber sido estéril, aunque dice no perder la fé. 'Se siente una desolación en el corazón, una gran tristeza', dijo con nostalgia.

Reconoce que la poca cultura ambiental de quienes viven en su ribera (1.500 familias) ha sido cómplice del maltrato a que ha sido sometido el río, pero también fustiga la falta de voluntad de los políticos, de quienes sostiene 'pocos conectan el corazón con la mente'.

Mostrando un cuadro del cauce del río atravesando la ciudad, el cual tiene colgado en su cuarto de estudios de su casa en el conjunto residencial ‘Villas del Rosario’, Valdeblanquez manifiesta con suma tristeza: '¡Es que la indiferencia nos mata!'.

William Gallo, ambientalista de la fundación 'Salva a tu Río', comparte la opinión de que 'casi toda la orilla del río está invadida por tugurios que no tienen alcantarillado de ninguna especie, lo que quiere decir que sus aguas residuales van a parar al Manzanares'

Eduardo Correa, también defensor del medio ambiente, no se explica que se hayan realizado muchos estudios 'pero aún no se tenga en marcha ninguna solución para un problema que lleva muchos años'.