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'La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales. Los obreros ociosos desbordaron los pueblos. La calle de los Turcos reverberó en un sábado de muchos días, y en el salón de billares del Hotel de Jacob hubo que establecer turnos de veinticuatro horas'. Así narró Gabriel García Márquez en ‘Cien años de Soledad’ una de las masacres más trágicas del país, donde la ficción y la realidad se volvieron una sola.

Y es que en Ciénaga, Magdalena solo existen nueve  tumbas con las víctimas de uno de los sucesos más trágicos en la historia de Colombia: la masacre de las bananeras. Apenas nueve de una matanza que pretendía cobrar la vida de miles de trabajadores que protestaban contra las precarias condiciones laborales ofrecidas por la United Fruit Company.

A pesar de que no hay una cifra exacta de víctimas, el general Carlos Cortés Vargas, quien ordenó al Ejército a dispararles a los trabajadores, aseguró que no hubo más de 47 muertos.

No obstante, un comunicado de la Embajada de Estados Unidos afirmó que fueron más de 1000 muertos; quedando así grabada de manera permanente esta masacre en la memoria de los cienagueros y colombianos.

El infortunio inició un mes antes, cuando el 12 de noviembre de 1928 los trabajadores decidieron comenzar una huelga permanente y se situaron en la estación de trenes. Frente a la negativa de levantar la manifestación y negociar, el presidente Miguel Abadía Méndez facultó al general Cortés Vargas y a un contingente del Ejército a disipar las manifestaciones.

La pila de cadáveres que quedó después de esta acción es lo que ha mantenido la leyenda por décadas sobre la cifra real de muertos que dejó esta masacre. Según testigos, algunos de los cuerpos habrían sido incinerados, otros, sepultados en fosas comunes, y uno más fueron arrojados al mar.

Hoy, 91 años después de esta masacre, Colombia sigue lamentando los muertos que no contó, como en otros sucesos de nuestra violenta historia.

O habrá que pensar si García Márquez tenía razón cuando, relató en 'Cien años de Soledad': 'En Macondo no pasa nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz'.