Si entre Salamina y El Piñón llueve, por Guáimaro no escampa'.
Es así como los habitantes de este corregimiento –el único que en su jurisdicción posee Salamina– grafican el problema por la erosión que desde hace un poco más de 10 años, ante el temor de que el río parta en dos el municipio, los tiene con el ‘credo’ en la boca.
Una angustia generalizada que crece en medio del despilfarro de dineros por obras que se ha llevado el río.
Más de $2 mil millones se perdieron en el 2018 en una solución que no llegó a cumplir su fin. Fue la colocación de pilotes de metal con los cuales se armó una muralla para contener la socavación, pero el río se llevó algunas de las estructuras.
El alcalde de la época, José Nicolás Díaz, salió al paso de las críticas y tras solicitar concepto ténico de la Universidad del Norte manifestó que 'la obra no fue mal ejecutada, sino que hubo una falla geológica en el fondo del afluente'.
Sin embargo, la Contraloría General de la República, tras investigar el caso, determinó que se configuró un detrimento fiscal por la suma de $2.027.500.381.
La emergencia en Guáimaro va en aumento y ya alcanzó a impactar las calles 9, 10 y 11, que desde la finca Villa Denis (donde inicia) tiene ahora una longitud de más de 2 kilómetros.