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Oriunda de Taganga, pero con raíces bogotanas, Úrsula Martínez García descubrió que el corregimiento donde nació es más que playa, brisa y mar.

Hace dos años le apostó a la educación ambiental como herramienta para promover el desarrollo sostenible, mediante el avistamiento de aves, pero dirigido a los niños.

En medio de las carencias y necesidades de esta población, situada a ocho minutos de Santa Marta (en carro), esta amante de la naturaleza desafía la realidad de pobreza y abandono oficial, educando a los pequeños con un doble propósito: por un lado, arraigarlos con su entorno ambiental, y por el otro a que inviertan de manera positiva su tiempo libre.