Eran las 12:50 de la madrugada del lunes 13 de septiembre en la Troncal del Caribe, sector de Gaira, cuando una camioneta blanca, con las luces apagadas y chirreando los neumáticos en forma de zigzag, según autoridades departamentales y testigos, mandó por los aires y desperdigó por toda la zona los cuerpos de siete jóvenes que caminaban por la berma central del camino. Seis murieron en el acto y uno más, de 14 años, sobrevivió. Todos acababan de salir de una fiesta y estaban prestos a ir a otra. Un puente peatonal estaba a solo unos metros.
La escena fue dantesca. Una de las extremidades de una mujer había sido arrancada de un tajo del resto del cuerpo, que se halló unos metros más adelante. Otro cuerpo quedó encima del platón del vehículo, y los demás quedaron desfigurados, lacerados y llenos de moretones. Todo era sangre, histeria colectiva y desconsuelo general. Todo el barrio salió a la calle. Todo el barrio vio la escena.
Y, por poco, casi todo el barrio lincha a Enrique Vives, el empresario samario que conducía la camioneta y quien tuvo que ser custodiado por la Policía Nacional para que no fuera lastimado por la enfurecida turba.