La vasta selva amazónica es difícil de penetrar, y por lo tanto de vigilar, pero desde el cielo puede observarse con satélites la tala de árboles y el avance de la frontera agrícola.
Eso es lo que hacen desde hace tres décadas los investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE), situado en Sao José dos Campos , cerca de Sao Paulo, a miles de kilómetros de la foresta.
'Es el único proyecto en el mundo que realiza una vigilancia en tal escala', dijo a la AFP el coordinador del programa, Claudio Almeida, durante una visita al lugar.
'Toda la Unión Europea y un poco más cabría en la Amazonía. Por lo que vigilar esto significa que debes manejar a la perfección la tecnología de detección remota', dijo.
Nacido bajo la dictadura
El programa es el principal instrumento de rastreo de la deforestación.
Durante la dictadura militar (1964-1985), los gobernantes encargaron un estudio satelital, como parte de sus programas de afirmación de la presencia del Estado en tierras del interior.
Desde 1988, respondiendo a la preocupación creciente por el medio ambiente, hay un rastreo permanente de la deforestación.
Al principio, un grupo de 50 especialistas trabajaba sobre mapas gigantes impresos. Realizar un estudio exhaustivo de la deforestación en un año, llevaba dos.
En la actualidad, se obtienen imágenes diarias de baja resolución y se puede alertar a la policía ambiental al día siguiente de la detección de cada actividad sospechosa.
'Esto permite dinamizar y acelerar la vigilancia'. El espionaje desde el cielo permite capturar rápidamente en ciertas ocasiones a los taladores ilegales, destaca Almeida.
Pero a veces los instrumentos de precisión solo sirven para medir con impotencia la dimensión de la destrucción.
La deforestación del Amazonas alcanzó un máximo de 10 años en 2017: fueron talados 7.900 kilómetros cuadrados, o un millón de campos de fútbol, según calculó el propio INPE.
'Esto es preocupante, porque estamos muy por encima del objetivo previsto para 2020. El gobierno se comprometió a reducir para ese año la deforestación a 3.500 kilómetros cuadrados', señala Almeida.
Satélite brasileño
Para mejorar la vigilancia, el INPE trabaja para lanzar su propio satélite, desarrollado totalmente en el país, llamado Amazonia-1.
En las entrañas del centro de estudios espaciales, los ingenieros se agrupan alrededor de dos satélites que toman forma: el Amazonia-1 está separado por una cubierta negra de un primo más voluminoso, el CBERS-4A, construido conjuntamente con China.
El CBERS-4A está en etapa de pruebas antes de su lanzamiento previsto para el próximo año.
Amazonia-1, que dispone de un presupuesto de 77 millones de dólares, debe ser puesto en órbita en 2020. Almeida destaca la 'importancia para Brasil de dominar esta tecnología'.
Pero saber de deforestación es una cosa. Detenerla es otra.
Las autoridades medioambientales, con poco personal y recursos insuficientes, luchan por controlar eficazmente los delitos en terreno.
También hay vientos políticos en contra. El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, que venció en los comicios con un fuerte apoyo del sector del agronegocio, señaló que podría relajar los controles ambientales cuando asuma el poder el 1 de enero.