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Tras un estudio realizado entre 2018 y 2019 por científicos de la Escuela Naval de Suboficiales ARC 'Barranquilla', la Universidad de la Costa y el Leibniz Institute for Baltic Sea Research, de Alemania, se determinó que la contaminación ocasionada por las basuras que terminan en el mar está llegando incluso a las islas no habitadas y parajes inhóspitos de la geografía de Colombia, como Albuquerque, un atolón ubicado a 37 kilómetros del suroeste de San Andrés, que hace parte del territorio insular colombiano denominado Seaflower, reserva de biosfera proclamada en el año 2000 por la UNESCO.

El estudio, publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, del Reino Unido, y apoyado por la Comisión Colombiana del Océano en el marco de las expediciones Seaflower, confirmó la presencia de basura marina de diferentes tamaños en esta pequeña porción inhóspita del territorio nacional.

En los muestreos efectuados en las bermas de la playa emergida se hallaron más de 6.122 ítems de un tamaño mayor a 5 cm con un promedio de 0.5 artículos / m2. Así mismo, se identificó microplástico compuesto por partículas heterogéneas con diversas formas y colores, lo que a simple vista se torna preocupante en un paraje tan alejado y con poca intervención humana, donde sólo realizan recalada pescadores artesanales y hace presencia periódica la Armada de Colombia en el ejercicio de salvaguardar la soberanía nacional.

La problemática del microplástico reviste una preocupación ambiental y de salud pública, ya que estas micro-partículas han sido encontradas en todo el medio marino, por efecto de las mareas y corrientes, que producen una acumulación en la arena de las playas, constituyendo un problema de contaminación importante, especialmente en áreas protegidas.

Al no ser visibles a simple vista, en ocasiones terminan siendo parte de la cadena trófica al incorporarse en alimentos, minerales y, en general, al ambiente, lo que daría como deducción que muchos peces con los que subsisten pescadores de la región pueden tener como dieta la ingesta de este material, convirtiéndolo en parte de la cadena alimenticia, que muy seguramente puede también ser ingerido por los seres humanos que se alimenten de esos peces.

Un aspecto importante en este estudio es que los resultados encontrados sugieren fuentes dispersas de basura, especialmente de origen externo al atolón, ya que la tipología de los materiales hallados propone que el más grande porcentaje proviene de fuentes foráneas: países cercanos de Centro América y las Islas de San Andrés y Providencia, transportados principalmente por las corrientes marinas, lo que se torna en algo inevitable, teniendo en cuenta que la conciencia por la adecuada disposición de los residuos es muy baja y en donde la producción de plástico a nivel mundial hasta 2017 fue de 8.300 millones de toneladas métricas de plástico virgen, que tiene una tasa de desecho más rápida que su producción.

Se estima que si continúan las tendencias actuales en materia de producción y gestión de desechos, de aquí a 2050 habrá 12.000 toneladas métricas de desechos plásticos vertidos en el medio natural, lo que se resume en que gran parte de los océanos tendrá un altísimo porcentaje de residuos que competirán por espacio con la fauna marina y, sobre todo, degradarán y contaminarán ecosistemas vitales de subsistencia, un escenario desalentador para las nuevas generaciones.