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Según el último reporte del índice de competitividad global realizado por el Foro Económico Mundial, cuando se evalúa la calidad de las carreteras, Colombia ocupa el lugar 120 entre 138 países analizados. En otras palabras, al igual que nuestro amado Junior en campañas recientes, tenemos que buscarnos al final de la tabla. Este diagnóstico es ampliamente conocido y es la razón por la cual durante los últimos años se han hecho esfuerzos por mejorar la calidad de nuestras vías. La estrategia más conocida es el programa de concesiones –todos hemos oído hablar de las pomposas 4G- y alianzas público privadas –las muy promocionadas APP-. Sin embargo, cuando vemos la evolución del reporte durante los últimos años, notamos que prácticamente no hemos avanzado en el ranking. Es cierto que nuestras carreteras han mejorado, pero otros países lo han hecho mejor, por eso no escalamos posiciones.

Varias cosas estamos no estamos haciendo bien. Para empezar, la manera como llamamos las carreteras. Es frecuente utilizar la palabra 'autopista' para referirnos a los algunos proyectos viales. Cuántas veces no hemos hablado de 'Autopista Cartagena-Barranquilla', 'Autopista Norte', 'Autopista del Café', 'Autopista Medellín-Bogotá' y otras tantas 'autopistas' que aparecen en la página web de la Agencia Nacional de Infraestructura -ANI-. Hay que hablar claro y llamar a las cosas por su nombre: en Colombia no tenemos autopistas. Una autopista se define como una vía exclusiva para el tránsito automotor, con al menos dos carriles por sentido en calzadas separadas y con control total de acceso. Esta última característica es la que marca la diferencia. En las autopistas todas las intersecciones son soluciones a desnivel y las entradas y salidas del sistema deben ser con carriles de aceleración y desaceleración, de manera que tales maniobras se realicen a velocidades similares a las de operación del sistema. En una autopista no puede haber acceso directo a las propiedades colindantes. La cruda y simple verdad es que la mayoría de nuestras carreteras son simplemente vías de dos carriles (uno por sentido), o vías multicarril con control parcial, no total, de accesos.

Los esfuerzos de los últimos gobiernos se han centrado en convertir vías de dos carriles en vías multicarril. Sin embargo, la estrategia de construir una calzada gemela al lado de la existente no ha sido la más afortunada. Varios países, México y Chile por ejemplo, mantuvieron los antiguos caminos y definieron trazados diferentes para los nuevos proyectos. Esto les permitió tener una red vial redundante y menos vulnerable. La estrategia que Colombia eligió mantiene trazados antiguos, muchas veces inconvenientes, con geometrías obsoletas, radios de curvatura cerrados y pendientes fuertes, los cuales frecuentemente cruzan sectores urbanos. Como resultado, es común encontrar en las flamantes vías ampliadas límites de control de velocidad absurdos (30 o 40 km/h), adobados con resaltos, cámaras y otros dispositivos de control. Al parecer olvidamos que el propósito de la inversión en vías es disminuir tiempos de viaje y costos de transporte, a la vez que ganamos en seguridad. Es obvio que semejantes limitaciones no permiten cumplir con estos propósitos.

También hay que llamar la atención sobre otro tema no menos relevante sobre el cual hice énfasis en la anterior edición de Mi Nave: educar y preparar a la gente para que use correctamente la nueva infraestructura. Por ejemplo, en una calzada con dos carriles en el mismo sentido se debe circular por el carril de la derecha y utilizar el de la izquierda únicamente para rebasar. Es frecuente que nuestros conductores, aún aquellos que circulan a muy baja velocidad, transiten a lo largo del carril interior, por lo cual haya que sobrepasarlos utilizando el carril de la derecha. Y qué decir sobre la usual circulación de vehículos de tracción animal, sin mayor control. Estos comportamientos no solo afectan la eficiencia en la operación de las vías, sino que inducen riesgo de accidentes.

Hay que enderezar el camino y aplicar la buena ingeniería y la buena gestión de proyectos para lograr el propósito de mejorar la competitividad del país y el desarrollo económico y social. Sería muy lamentable que, después de grandes inversiones, nuestras carreteras sigan al final de la tabla.