En la calle principal de San José de Saco, corregimiento del municipio de Juan de Acosta, en donde antes se encontraba la discoteca del pueblo ahora hay un taller de confección que llevará el talento de 20 de sus mujeres a todo el país.
Estas madres cabeza de familia, que como el 80% de los habitantes de Saco resultaron damnificadas por la ola invernal del 2010, hoy ven el futuro con esperanza llamándose a sí mismas empresarias.
El sueño hecho realidad de muchas de ellas es la Asociación de Mujeres Confeccionistas de San José de Saco, Musa. Gestado por la Fundación Fundes, la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema Anspe, el Departamento para la Prosperidad Social, la alianza público-privada Pioneros de la Innovación Social y el programa Jóvenes Rurales Emprendedores del Sena, este es uno de tres proyectos pilotos que buscan mejorar la calidad de vida de los saqueros valiéndose de su talento.
'En San José de Saco había muchas habilidades en el arte de coser, pero había que asociarnos para sacar eso adelante', cuenta Lourdes Jiménez, de 37 años, quien hace parte del grupo de musas del corregimiento que el domingo recibieron el taller completamente equipado en donde llevarán a cabo su labor.
Ella cree firmemente que este proyecto, que empezó hace seis meses, les está cambiando la vida. 'Estábamos acostumbradas a coser desde nuestras casas y otras sabían el arte pero no lo hacían. Sabíamos hacer pero no teníamos las técnicas, no sabíamos cómo comercializar un producto. Esto nos ha enriquecido, es muy satisfactorio para nosotras porque estábamos estancadas. Y ahora, nosotras y nuestras familias vamos a salir adelante y somos ejemplo para el resto de la comunidad'.
Ese es el sentir de todas las mujeres de Musa, que decidieron ser más que modistas caseras para unirse por un objetivo común y trabajar en equipo.
Las 20 mujeres del proyecto recibieron capacitación técnica, en comercialización y ventas y en diseño.
Ellas recibieron capital semilla, capacitación técnica en confección, clases para aprender a comercializar sus productos, abrir nuevos mercados, conseguir nuevos proveedores y a hacer un plan de negocios para sus piezas de lencería para el hogar. Además, talleres de diseño, impartidos por Juan Pablo Socarrás, diseñador de modas nacido en Valledupar.
'Ellas mismas le pusieron nombre a esta colección: ‘Gestando futuro’. Está inspirada en todo lo relacionado con la siembra, pues en esta zona tradicionalmente se trabaja la tierra. Tiene que ver con el maíz y todo lo que se cultiva, por eso la colección tiene esos colores, esas figuras. Además, estamos cultivando para que ellas tengan un futuro mejor', dice Socarrás, quien ha estado vinculado con la creación de talleres productivos en otras partes del país a través de la fundación que lleva su nombre.
Cojines, individuales y delantales con figuras geométricas que asemejan el maíz y el trigo componen la colección, cuya calidad se nota en cada puntada y en cada bordado.
Y es que el objetivo es que estas mujeres se conviertan en mano de obra calificada –gracias a la certificación del Sena– y vendan sus productos a almacenes de decoración, muebles y diseño interior.
'Yo cosía en los talleres de Juan de Acosta, pero no era un pago que nos mejorara el modo de vida, era muy poco. Un pantalón largo que lleva bolsillos, caucho en la cintura y un fajón nos lo pagaban a mil pesos', relata Jazmín Rojas, madre de cuatro hijos. Ella, quien admite haber aprendido a coser 'en la universidad de la vida', considera esta experiencia como la realización del sueño que tuvo desde niña.
Similar es el caso de Betty María Julio Jiménez, cuyo amor por la confección la llevó a comprarse una pequeña máquina casera y aprender el oficio por sí misma.
'Mi sueño siempre fue trabajar en una empresa, y le pedí a mi Dios que me lo concediera algún día. Y se dio, porque hoy estamos aquí haciendo algo nuevo. Muchas de nosotras cosíamos ropa de mujer y de niño, pero estamos explorando un nuevo mundo en lo que es la lencería. Todo se puede en la vida si le ponemos ganas y empeño', dice esta madre de cinco hijos quien tuvo que trabajar desde muy joven y hoy ve más cerca los frutos de su esfuerzo.
'La idea es dejar unidades productivas creadas, mejorar el nivel de vida de las personas y que reciban ingresos. Con estos ellos pueden cambiar su forma de vivir, pueden darle un mejor futuro a su familia', sostiene Carlos Güete, líder del programa Jóvenes Rurales Emprendedores, regional Atlántico.
El trabajo de estas musas, legalmente constituidas, en verdad comienza ahora: comercializar su trabajo, conseguir clientes y seguir produciendo más y mejor. Por lo pronto, su primera colección será vendida en la tienda de Juan Pablo Socarrás en Bogotá y empezarán pronto la fabricación de los delantales para una tienda de café de propiedad del diseñador.
El papel de las organizaciones vinculadas tampoco ha terminado. Pronto vendrá un proceso de fortalecimiento en la parte administrativa, legal y contable por parte del Sena, mientras que Fundes planea replicar el proyecto en otras partes del país.
'Fue difícil que ellas pensaran como empresarias y no como mujeres de hogar. Esto les transforma la vida a ellas y a toda su familia', apunta Magaly Andrade, encargada de capacitar a las musas en la parta de comercialización.
Musa la componen 20 mujeres, pero de esta iniciativa resulta beneficiada toda una comunidad compuesta por 2.500 habitantes. Por eso se sienten comprometidas con este trabajo que están emprendiendo.
'Esto es algo serio y verdadero, y las que tenemos que poner el empeño somos nosotras, el amor y las ganas de trabajar para sacar a nuestras familias adelante', finaliza Betty María Julio.