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Con un bolso cargado de cepillos, plancha, secador de cabello, un organizador con esmaltes y otros artículos de belleza, Onelia Salcedo Maza sale temprano de su casa todos los días para atender a sus clientas en distintas zonas de Barranquilla.

Es técnico en peluquería y dueña de su propio salón de belleza ubicado en Soledad. Ahora, por la pandemia, tuvo que optar por realizar su trabajo a domicilio. Hasta ahí suena como una historia más, pero Onelia es sobreviviente de la tortura a la que muchas mujeres se enfrentan, la violencia de género.

EL HERALDO conoció su historia y llegó hasta el barrio Prado Soledad, un sector humilde del vecino municipio atravesado por barriales. La semana pasada sus habitantes también sufrieron por el huracán Iota.

En las manos de Onelia quedaban rastros del tinte rojo que había aplicado horas antes a una de sus clientas. Sentada en un mueble morado, la mujer acomoda su cabello, respira hondo y comienza a recordar.

'¿Para qué tuve hijos?', era la pregunta que por su mente rondaba una y otra vez luego de cada episodio violento. Se daba golpes de pecho al caer en cuenta que el maltrato del que era víctima se había convertido en un círculo vicioso que incluso llegó a naturalizar. Eso, recuerda, la llevó a sentirse culpable por lo que le pasaba y a justificar cada maltrato.

Un día se cansó. Sobre sus hombros tuvo que asumir la economía de su hogar, pero eso no le importó. La familia que había construido con aquel hombre 'amoroso' que le prometió el cielo y las estrellas quedó atrás con su 'farsa' y 'agresiones'. De la relación sentimental nacieron dos hijas.

'Me dejaba sola con las niñas, se iba para la calle sin dejar nada para comer, para mí desde ese momento hubo violencia. Cuando uno decide hacer una vida de pareja, todas las responsabilidades se dividen entre dos', apuntó mirándome a los ojos.

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'Hubo mucho maltrato, vino la separación, denuncias, demandas y preferí quedarme sola. Emprendí y salí adelante con mis hijas', agregó la mujer que mucho antes de abrir su negocio, probó suerte con el rebusque y otros trabajos informales que le dieron para sobrevivir, sin mucho pero tranquila.

Onelia se dedica a su peluquería, tiene su propia casa y se siente orgullosa por lo que ha logrado después de escapar hace 20 años de esa opresión. La mujer, oriunda del municipio de Salamina, Magdalena, ha estudiado diferentes carreras técnicas y le gusta aprender cosas nuevas, además es líder comunitaria en su barrio donde además genera empleo con su trabajo.

La sombra de su pasado ya no la persigue. Se considera una mujer feliz y plena, está soltera y cuenta que no 'necesita un hombre para sentirse completa'.

Avanzar sin cadenas

El emprendimiento es uno de los caminos que conducen a reconstruir la seguridad y la determinación de las mujeres que pertenecen a esta comunidad afectada. Es una forma de erradicar el pensamiento machista de que el hombre es quien debe asumir todas las responsabilidades financieras y la mujer encargarse del hogar, según cuenta Claudia Llanos Alonso, fundadora de la Red de Mujeres Únete en Soledad, espacio en el que Onelia Salcedo también encontró refugio.