En la sala de un hogar que alguna vez estuvo lleno de risas, David Cepeda Díaz reconstruye entre lágrimas el recuerdo de su hija, Valentina Cepeda Rodríguez. Su voz se quiebra al narrar la trágica historia que arrebató la vida de una mujer llena de sueños, habilidades y amor.
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El 9 de abril quedará marcado como el día más gris para la familia Cepeda Rodríguez. Ese día, la joven fue encontrada ahorcada con una sábana dentro del apartamento ubicado en Villa Campestre. Un hallazgo atroz del que aún no se conocen condenados.
Valentina, con apenas 22 años, ya estaba moldeando sus sueños. Practicaba yoga, arte que perfeccionó en cursos internacionales en Brasil y Argentina. Pero más allá de su talento, estaba su corazón generoso, dedicado a sus estudios en educación escolar, donde ya cursaba el octavo semestre y realizaba prácticas con niños y adultos mayores.
La convivencia en Villa Campestre, en un apartamento que David mismo había asegurado para su hija, se convirtió en un escenario de agresiones. Valentina sufrió violencia psicológica, económica, física y social por parte de su expareja, Álvaro Felipe Rivera, presunto responsable.
Sin embargo, nunca pidió ayuda, nunca habló de lo que enfrentaba. “Sacrificó su estancia con él. Pensamos que estaba enamorada, porque ella nunca nos contó nada”, dice David, con el peso de quien desearía haber podido intervenir a tiempo.
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El 6 de abril fue el principio del fin. Una agresión física dejó a Valentina con sangre en la boca. La policía acudió al lugar, pero la respuesta fue insuficiente. “No activaron la Línea Púrpura, no tomaron medidas para protegerla. No sabían qué hacer. Si lo hubiesen hecho, mi niña estaría viva”, denuncia David.
Tres días después, el 9 de abril, Valentina fue asesinada. Su cuerpo llevaba las marcas de meses de violencia. Para David, no hay dudas sobre el culpable: el hombre que compartía su techo.
“Dos personas que se levantan en un apartamento, una muere de forma violenta y la otra queda ilesa... Es evidente. Él lo planeó, no pudo soportar que ella quisiera dejarlo”.
Hoy, David Cepeda Díaz se aferra al recuerdo de Valentina y a una lucha que no debería ser suya: exigir justicia. Hasta el momento, la investigación no ha avanzado lo suficiente, y el presunto feminicidio de su hija sigue siendo una herida abierta no solo para su familia, sino para una sociedad que aún no logra proteger a sus mujeres.
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Ojo a los patrones violentos
Así como Valentina tuvo que someterse a innumerables maltratos, millones de mujeres en el mundo lidian con un tipo de hombre en especifico, pero ¿cómo se pueden identificar?
De acuerdo con la doctorante en Ciencia Política y Magíster en Género, Sociedad y Políticas Marina López, entre estos patrones se destacan comportamientos tóxicos en las relaciones interpersonales, baja autoestima y celos desmedidos, especialmente enmarcados dentro del amor romántico idealizado.
“Es ese concepto de propiedad, de ‘si no eres para mí, no eres para nadie’, lo que muchas veces lleva a feminicidios”.
Estas masculinidades violentas suelen proyectar inseguridades y carecen de habilidades sociales para manejar los conflictos de manera pacífica. “El conflicto no es el problema, el problema es la forma violenta en que se pretende resolver, especialmente en los casos de violencia basada en género”.
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Luchar por la autonomía
Mariana Castrillón siempre había sido independiente. A sus 28 años trabajaba como diseñadora gráfica freelance y disfrutaba de la flexibilidad de su empleo. Cuando conoció a Andrés, un empresario carismático y ambicioso, sintió que había encontrado a su compañero ideal.
Sin embargo, tras mudarse juntos, las cosas comenzaron a cambiar. Andrés, que ganaba mucho más dinero que ella, insistió en que dejara su trabajo para dedicarse al hogar. “Él siempre me decía que no tenía que preocuparme por nada porque me iba a tratar como su padre había sido con su madre”.
Con el tiempo, la dinámica entre ellos se transformó. Mariana dejó de tener ingresos propios y dependía completamente de Andrés para cualquier gasto, desde la compra de alimentos hasta el mantenimiento de su ropa. Al principio, Andrés parecía generoso, pero pronto empezó a cuestionar sus gastos.
“Me decía que lo que yo necesitaba era innecesario. Me gritaba todo el tiempo hasta que un día me pegó y me llené de miedo”.
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Lo sucedido con Mariana tiene que ver con la violencia económica y patrimonial, reconocida como una forma de violencia de género por la Ley 1257 en Colombia, la cual sigue siendo una barrera significativa para la autonomía de las mujeres.
Según la psicóloga y magíster en Violencia Intrafamiliar y de Género Greys Jiménez, este tipo de violencia abarca conductas que buscan controlar y manipular a las mujeres a través de la dependencia financiera.
“La violencia económica limita la capacidad de las mujeres para tomar decisiones autónomas y perpetúa relaciones desiguales de poder. La independencia económica es fundamental como herramienta para romper ciclos de violencia”.
Mariana tardó dos años en denunciar su caso. El temor por la muerte la agobiaba, incluso llegó a perder un hijo en ese trasegar tan doloroso.
“Me la pasaba llorando, no salía de mi casa. No me alimentaba bien, los golpes me dolían hasta que un día perdí a mi niño y decidí separarme para siempre”.
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Y es que la violencia de género sigue un patrón cíclico que, según Jiménez, se divide en tres fases generales: acumulación de tensión, estallido de la violencia y reconciliación o luna de miel.
Realidades silenciadas
Mariana tuvo temor al denunciar, y no es un sentimiento que solo ella comparte, son millones.
Según la doctorante en Ciencia Política y Magíster en Género, Sociedad y Políticas Marina López, este silencio tiene raíces profundas en el miedo, el familismo y las imposiciones patriarcales.
“Antes se vivía bajo la consigna de que lo que pasa en casa se queda en casa, una idea alimentada por el amor romántico, que no deja de ser patriarcal, machista y sexista. Las mujeres no eran escuchadas ni sus narrativas de dolor legitimadas. Además, se les exigía permanecer en su rol dentro de la familia, sacrificando su bienestar y derechos personales por el qué dirán o por el bienestar de los hijos”.
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Para cambiar esta realidad, la experta resalta la importancia de la pedagogía, especialmente en la prevención de la violencia. “La educación incide bastante en la tarea de prevenir para transformar”, expresó.
Masculinidades positivas
En la búsqueda de una sociedad más justa y libre de violencia, el tema de las masculinidades positivas es fundamental. Según la magíster en género Greys Jiménez, este concepto invita a repensar lo que significa ser hombre y cómo los hombres pueden relacionarse con ellos mismos, con las mujeres y con la sociedad en general.
“Es fundamental hablar de masculinidades positivas para mostrar nuevas formas de ser hombre y nuevas formas de relacionarse. Históricamente, los hombres han tenido privilegios que han estructurado un sistema de dominación y violencia legitimada no solo hacia las mujeres, sino también en las relaciones entre ellos mismos”.
Las estadísticas sobre violencia, suicidios y accidentes de tránsito evidencian cómo la cultura masculina tradicional, con sus expresiones de agresividad y dominio, afecta tanto a las mujeres como a los propios hombres.
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“Es importante que los hombres identifiquen otras formas de expresar su masculinidad, que vean que la ternura, el cariño, el diálogo y la solidaridad no los hacen menos hombres. Al contrario, son fundamentales para establecer relaciones más sanas y humanas”.
Atención integral
La Oficina de la Mujer de Barranquilla, liderada por su jefa, Helda Marino, ha desarrollado acciones concretas para garantizar atención integral a mujeres sobrevivientes de violencia basada en género.
“Este año trabajamos en un proyecto que busca atender integralmente a las mujeres sobrevivientes de violencia. Desde nuestra oficina, ubicada en el segundo piso de la Alcaldía, brindamos atención psicológica, jurídica y orientación para el acceso a derechos”.
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En el componente psicológico, se prioriza la estabilización emocional y los primeros auxilios psicológicos. Además de llamar a la línea 123, usted puede seguir la ruta de atención en la página de la Oficina de la Mujer.