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En aquellos rincones del barrio La Sierrita que aún viven en su memoria, donde caminaba con pies descalzos como Shakira y observaba como fluían los arroyos que en ese entonces predominaban en el sector, creció Karla Flórez, una barranquillera que ha hecho de los sonidos del Caribe la danza más enriquecedora de su vida.

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Y es que de la amalgama de ritmos que identifican esta región, hay uno en particular capaz de hechizar, y que solo entiende quien ha sentido en la piel el vaivén de una pollera girar, quien ha escuchado el golpe de un tambor, quien ha visto como los pies se deslizan sobre el piso con una cadencia que enamora. Es la cumbia, un embrujo del que es casi imposible escapar.

La conexión de Karla con la cumbia es muy intensa, tanto que ha hecho de ella una metodología para entender las relaciones humanas gracias a su obra Somos Cumbia, Somos Familia, ganadora del Portafolio de Estímulos de Barranquilla en 2018 a través del consulado de Colombia en Nueva York, ciudad en la que reside hace más de 20 años.

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“Siempre he creído que la cumbia es un reflejo de nuestra vida familiar. En la rueda de cumbia, cada bailarín tiene su espacio, pero al mismo tiempo necesita del otro. Es un juego de miradas, de respeto, de complicidad, como en la familia. Y pensé: ¿por qué no usar la cumbia para hablar de nuestras relaciones familiares? Así nació la idea de integrarla a las escuelas de padres y madres en el Colegio San José de Barranquilla, cuando mis hijas estudiaban allí”.

Pero más allá del baile y la música, esta coreógrafa y comunicadora social ha encontrado en la cumbia una forma de educación y preservación cultural. “En Nueva York hay una carencia metodológica sobre cómo enseñar nuestras tradiciones a personas que no las han vivido. ¿Cómo enseñamos la cumbia a alguien que nunca ha sentido el retumbar del tambor en su pecho? Mi propuesta fue darle a los pasos coreográficos los nombres de las cumbiambas tradicionales. Así, al aprender los pasos, también se aprende la historia”.

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El sueño de cumbia

Hay quienes desean el famoso “sueño americano”, pero para Karla su gran anhelo siempre ha sido el sueño de cumbia. Un sueño que no solo la ha llevado a recorrer escenarios, sino que la ha impulsado a investigar, documentar y compartir con el mundo este majestuoso ritmo.

Para su obra, entrevistó a 23 cumbiambas guardianas de una tradición, entre ellas, destacan El Cumbión de Oro, La Arenosa, La Revoltosa, El Tanganazo y Palma Africana, su casa madre, el lugar donde dio sus primeros pasos en el folclor.

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“Todos quedamos con ese sueño, el sueño de cumbia es ir a bailar en una cumbiamba en el Carnaval de Barranquilla. Muchos que viven en el extranjero anhelan conocer nuestra cultura, ver el Carnaval de cerca, sentir la vibración de los tambores en el pecho. Y si no es para bailar, al menos para estar allí, ser testigos de esa magia”.

La cumbia también ha sido un legado que ha sabido transmitir a sus hijas y a generaciones de bailarines que han tomado sus clases en Nueva York, como en el teatro IATI en Manhattan, donde alguna vez se presentó junto a su esposo y sus pequeñas, viendo con orgullo cómo ellas replicaban sus movimientos.

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“Alguien me dijo en ese momento: ‘Eso es lo que les estás heredando’. Y en ese entonces lo veía como algo natural, sin saber que, años después, la cultura y las tradiciones se convertirían en un recurso invaluable para la identidad y el desarrollo de las comunidades”.

Museo de Nueva York/Cortesía

Uniendo generaciones

No es que la cumbia sea su única pasión, sino que ha sido el hilo conductor de su historia. Sin embargo, hay otra manifestación dancística que también la ha marcado y es la danza de El Gusano.

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“Es una danza en la que desde los más chiquitos hasta los adultos, incluso los ancianos, trabajan el concepto de relevo. Se trata del respeto del turno, del liderazgo, de la continuidad generacional”.

También ha trabajado la Danza de los Pájaros, una propuesta que lleva el nombre de Beards Dance for Queens. Con esta obra, el año pasado ganó un premio de la ciudad de Nueva York y la presentó en el Festival del Cuidado del Clima en el Jardín Botánico de Queens.

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“Es espectacular, sacamos como diez pájaros y además hicimos una integración de culturas. En escena, no solo se ven influencias del Caribe colombiano, sino también de Bolivia, República Dominicana, India y otras tradiciones”.

Apasionada por lo que hace, también dicta clases de español y es una de las líderes de School of dance, un espacio de intercambio cultural. “Nos reunimos a veces cada quince días o cada mes o cada dos meses en distintos puntos de la ciudad para compartir nuestra cultura”.

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Museo de Nueva York/Cortesía
Un hito en Nueva York

Gracias a la propuesta del curador Derrick Washington, el Museo de la ciudad de Nueva York acogerá una exhibición dedicada a las danzas tradicionales de diversas culturas, y por primera vez, la cumbia tendrá su muestra desde el 11 de abril hasta febrero de 2026.

“Hay una pantalla de gran tamaño que mostrará la cumbia en todo su esplendor. Además estarán exhibidos vestuarios como los de El Gallo Giro y la Palma Africana”.

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La canción seleccionada para hacer parte de esta exhibición es Mi bella cumbiamberita del compositor Joaquín Pérez. “Ojalá todos los amantes de la cumbia que estén aquí puedan venir y conozcan lo hermoso que es. La cumbia del Caribe merece seguir cruzando fronteras. Representa la historia de mi familia”.