El mundo lo vio por última vez la mañana del domingo 20 de abril. Sentado en su silla de ruedas, con el rostro marcado por el cansancio, el papa Francisco salió al balcón de la Plaza de San Pedro y, con voz débil, pronunció su último saludo: “Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua. El maestro de la ceremonia os leerá el mensaje”.
Luego, se mantuvo presente mientras uno de sus colaboradores leía la tradicional bendición Urbi et Orbi, dirigida a los miles de fieles que llenaron la plaza para celebrar la Misa de Pascua.
Al día siguiente, este lunes 21 de abril, el Vaticano confirmó la noticia que el mundo temía: el sumo pontífice falleció a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta.
La causa fue el agravamiento de una neumonía bilateral que lo había afectado desde febrero y que lo mantuvo hospitalizado varios días en el Hospital Gemelli de Roma.
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Un mensaje de paz como despedida
Aunque visiblemente desmejorado, Francisco insistió en estar presente ese domingo. Incluso recorrió lentamente la plaza en su papamóvil, saludando con una sonrisa serena a los peregrinos que, sin saberlo, lo veían por última vez.
En su mensaje, que él no pudo leer completo, pidió por la paz del mundo, por el respeto a la libertad religiosa y por el fin de los conflictos.
“La paz no es posible sin libertad religiosa, de pensamiento, de expresión”, se escuchó durante la lectura. También hizo un llamado urgente a un alto al fuego en Gaza, condenó los ataques contra escuelas y hospitales, y exigió que nunca se debilite el principio de humanidad.
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Pidió el fin de la guerra en Ucrania, recordó el sufrimiento en África, y no dejó de mencionar el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Como lo hizo durante todo su papado, Francisco usó su voz para hablar por los que no tienen voz.
El desarme es el camino
Otro punto central de su último mensaje fue la crítica a la carrera armamentista. “La paz no es posible sin un verdadero desarme”, dijo, señalando que los recursos deberían estar enfocados en ayudar a los más necesitados y no en alimentar el miedo ni en levantar muros.
La lectura concluyó tras unos 20 minutos. El papa Francisco saludó por última vez al mundo, y poco después volvió al interior del Vaticano, donde descansaría para siempre.