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Atravesó la puerta con una expresión facial de astronauta que acaba de salir de una nave espacial, tras un viaje por las estrellas.

No tenía idea de que se había sobrevenido un temporal que hizo desgajar una lluvia fuerte, pero fugaz y necesaria para refrescar estas mañanas de caldera, que azotan al Caribe.

Estaba escribiendo, encerrado en su estudio. Se había olvidado del mundo.

Pero volvió a la sala de su apartamento, a la realidad, a hablar de los tiempos convulsos de la actual campaña presidencial.'Es penoso lo que se está viendo', dijo.

Es Juan Gossaín Abdala, el Maestro, o don Juan, como lo conocen sus amigos y el país entero a este laureado periodista nacido en el Caribe.

Salió de su escondite de escritor consumado a conceder una entrevista a EL HERALDO para hablar del papel de los medios de comunicación en este berenjenal político que atraviesa la patria.

Se acomodó en el sofá, luego de mirar a la bahía de Cartagena y sin que ya le hirieran los ojos los rayos del sol, que salió a reinar en el cielo tras el paso raudo de unas nubes grises, que vaciaron el agua que cargaban y se marcharon.

'Ni santistas, ni uribistas. Periodista, ese es nuestro oficio', dijo, en referencia a la polarización de los distintos medios, que, para mal del oficio tomaron partida por uno y otro candidato, y perdieron su esencia y, para Gossaín, algo peor: perdieron autoridad moral.

El maestro Gossaín puso puntos sobre las íes. Pero fue enfático en decir que no pretende convertirse en juez de sus colegas, sino llamar a la reflexión, como lo hacen los sabios de las comarcas cuando ven que el caos se apodera de los suyos.

En redes sociales se percibe el hastío de la gente sobre la situación de las campañas y la ‘guerra sucia’ desatada en los últimos días. Sin embargo, la batalla no cesa en los medios. ¿Cómo ve usted esto?

Para ser exactos, he percibido varias sensaciones de la gente en relación con lo que está pasando en la campaña electoral. La primera es hastío. Todos los días acusaciones falsas o a medias; aparece una cosa nueva, que la plata de no sé quién, que el video de si sé cuándo. La opinión pública tiene otras sensaciones: hay una gente que está realmente preocupada. Estamos llevando al país a unas locuras. Hay otro segmento que curiosamente disfruta con eso. Los colombianos no necesitamos mucha cuerda para pelear, ahora están los partidos políticos para darle cuerda a la gente. Lo peor de todo ese panorama es el papel de los medios, porque cuando acaben de ocurrir las cosas más graves que tengan que ocurrir, uno siempre espera que quede el último guardián, vigilante, atento, que evite que ocurra un desastre. Y ese guardián es la prensa. Pero, ¿si se nos enloquece el portero del manicomio? La prensa es el portero del manicomio y tiene el deber de exigir orden, compostura y sensatez. Pero, ¿si va a participar también de esa comparsa? En términos generales, porque sería injusto decir toda la prensa, se ha convertido en un elemento más de la agitación política, como si fuera un miembro de las campañas.

Pero, ¿qué hacer?, ¿se divulgan los escándalos o no se divulgan?…

No. Son dos cosas distintas. No confundir lo uno con lo otro. Los hechos hay que divulgarlos, es la obligación número uno de la prensa, informar correcta, oportuna y verazmente. Pero sobre todo imparcialmente. El problema es que la información está saliendo, dependiendo de las simpatías o antipatías de cada medio por los candidatos. Nos hemos sentido los periodistas como en confianza de la manipulación y hay uno que me tiene aterrado: las entrevistas. Los noticieros, de radio o de televisión, los programas de opinión, se han convertido, si se trata del adversario del medio en un juzgado de instrucción criminal. Eso no es un noticiero, eso es un proceso. Pero si es un candidato mío, se vuelve la cosa más deliciosa. He oído a periodistas respondiendo lo que no responden sus candidatos. Están participando de la campaña.

La primera obligación del periodista es mantener distancia con todas las campañas, con todas: la de izquierda, la de derecha, de centro, la ambidiestra. Entonces me preguntan mis colegas: ¿están las campañas manipulando a los medios? No es tan elemental. Creo que los medios están manipulando a las campañas, también. Porque hay interés común, o en tirarse a alguien, o en protegerlo. Yo nunca había visto eso. Llevo cuarenta y tanto años y he cubierto, por lo menos, 10 campañas presidenciales, y nunca había visto así a la prensa, que es lo que me duele. No me importan los políticos, yo no soy político, ni nunca quise serlo. Es más, desconfío de los políticos. Ese es el oficio de un periodista, desconfiar de los políticos. Nunca había visto a la prensa revuelta en el mismo fango que los políticos, dando vueltas juntos. Parecen boletines de campaña, no medios de comunicación.

¿De dónde parte esto?, ¿acaso los empresarios que compraron los medios y toman posición política?

El tema es profundo y habría que debatirlo en los gremios periodísticos y en las facultades. Siempre he creído que la independencia de un medio depende más de la independencia de su director y de sus periodistas, que la decisión de los medios. Pero eso se logra haciéndose respetable. La lección, yo solo puedo hablar de mi caso, no soy juez de mis compañeros, de nadie, pero mi experiencia personal me enseña que los dueños de medios respetan a quien se hace respetar. Pero cuando usted se revuelca en el mismo fango o cuando la redacción ya no se distingue en nada de la Administración, cuando la oficina de publicidad es igual a la cabina o al taller de impresión, entonces… La pregunta es: qué origen tienen normalmente, en Colombia, las manipulaciones sobre el periodista. Tienen varios: económicos, a través de los avisos; políticos, a través del gobierno; o del dueño que es pariente de un jefe de la oposición. Pero también hay otro tipo de manipulación menos evidente, que es la social, cuando el candidato es tío de mi mujer, ¡cómo no le vas a ayudar! Son tanto los frentes, que lo único que usted puede hacer es recular, establecer un terreno de separación, decirles: usted allá, y yo acá. Pero cuando se presta para eso, ocurre lo que estamos viendo. Es penoso lo que estamos viendo.

No sé cómo la opinión pública se aguantó eso tanto tiempo. Ahora los veo reaccionar, a través de las páginas de las redes sociales. Pero también hay buena parte del país prestándose para eso. Hay gente que le gusta ver gallitos de pelea. Me hago una pregunta: si esos son los que dirigen nuestros destinos, unos tipos capaces de calumniarse entre ellos, capaces de mentir entre ellos, capaces de corromper gente entre ellos, entonces, ¿cuál es el futuro que nos espera? La prensa es la sal y la Biblia se pregunta, si la sal se corrompe quién salará a la tierra. Si la prensa se corrompe, quién protegerá esto, quién le va a decir la verdad si cada periodista tiene su candidato y cada director tiene su enemigo. Esto qué es: ¿una banana república? Me duele profundamente y me duele más que la gente no salga y diga, 'qué es lo que se imaginan, que soy idiota o qué'. La opinión pública tiene el poder de decir no compro más ese periódico. O, todavía más fácil, no hay que necesidad de pararse de la cama, coges el control remoto y dices no veo más esa vaina porque me está engañando. Le dices a tu mujer, ‘cámbiame ese noticiero de radio que me está diciendo mentiras’. Ese es el poder de la opinión pública, no hay que meter preso a nadie. Ni hacerle disparos a nadie, ni volar emisoras. Por eso hay que apelar a la opinión pública. Pero la pregunta irónica es, si la prensa esta en eso, ¿a través de qué apela uno a la opinión pública?

¿Cómo volver a la sensatez en el periodismo…?

No hay sino un camino. Porque también hay peligros en la búsqueda de una rectificación de ese rumbo, porque existen las tentaciones como esa de ‘vamos a crear un tribunal’. ¡Virgen santísima! Ni se les ocurra eso. Lo único que se puede hacer, es que los propios periodistas se sientan, entiendan, comprendan que están haciendo un oficio mal hecho. Que están sirviendo a unos intereses subalternos, de los cuales ninguno es más importante que la prensa. Ni la política, ni la presidencia, ni el congreso, ni los jueces. Nadie. Que entiendan eso. Sé que no es arar en el desierto. Los periodistas entienden. ¿Sabes cuándo? Cuando pase la campaña electoral. ¿Qué es lo que hay que rectificar? Primero el despliegue, la importancia y la divulgación de todas las noticias. Porque lo que hemos hecho en esta campaña es usar la manipulación de engrandecer y achicar, independiente de simpatías o antipatías. Me pregunto, dónde están los grandes temas de campaña. Usted ha oído a alguien que diga para dónde va el sistema de salud; o qué va a pasar con la justicia. Cada vez que hacen un examen de educación, quedamos de último. ¿Y entonces? Eso no es importante, lo importante es que metieron una hojita por debajo de la puerta a las once de la noche. Es decir el decoro de la prensa dónde está. De verdad, es la campaña más penosa de los últimos años, y los únicos culpables somos nosotros, por dejarnos manipular, por tomar la iniciativa de manipular, por participar de eso.