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Confiando en los santos, especialmente en el San José Infantil, la clínica que, afirman, curó de los desmayos a 11 niñas de El Carmen de Bolívar que fueron tratadas allí el año pasado, 18 menores carmeras, acompañadas de igual número de padres o madres, viajaron sin comida o albergue desde el municipio de los Montes de María hasta la capital del país.

Durante el viaje, las menores sufrieron constantes desvanecimientos y convulsiones que, según el Ministerio de Salud, fueron 'por el hambre' que pasaron durante la travesía.

A las dos de la tarde del miércoles abordaron el bus las pequeñas entre los 11 y 16 años, que en distintos puntos de la carretera, casi todas, fueron presentando los usuales desmayos que les han cambiado la vida a ellas y a sus padres desde la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano, VPH, y que las autoridades de salud han atribuido a una especie de histeria colectiva.

Sus padres, a cualquier hora del día o la noche, como les ha tocado desde que aqueja a sus hijas el extraño mal, se levantaban de sus puestos, le pedían al conductor que encendiera las luces del vehículo y aplicaban los masajes que les han recomendado para cuando se presentan las crisis: presionar el pecho, untar alcohol, mover las piernas y rezar porque se restablezca su niña de una dolencia que nadie entiende, mucho menos ellos.

Así llegaron a las 9 de la mañana a la Terminal de Transportes de Bogotá, donde los únicos entes que las acompañaban eran el Distrito y la Defensoría del Pueblo, que le hizo un llamado urgente al Ministerio de Salud y al Icbf para que se apersonaran de la situación.

William Suárez, defensor del pueblo regional Bogotá, le dijo a esa hora a este diario que 'la Defensoría se comunicó vía telefónica con la directora del Icbf Bogotá y el Ministerio de Salud, y les expusimos que los padres y las niñas manifiestan que quieren recibir una atención médica de alto nivel. Entonces los invitamos a que conforme a sus competencias adopten los procesos a seguir'.

Entre tanto, una decena de las menores, que se desvanecían en el sitio, entre cientos de viajeros alarmados, eran atendidas en la Unidad Básica de Atención que el Hospital de Fontibón tiene en la terminal. Las camillas y las sillas de ruedas esquivaban maletas y cajas embaladas para los buses. De hecho, dos de las menores que presentaban crisis más duras fueron trasladadas a dicha clínica del centroccidente de la ciudad.

Las demás niñas permanecían sentadas, con sus chaquetas prestadas de varias tallas más grandes o más pequeñas, en el piso de la central de transportes.

Los padres, mientras, vendían a los viajeros capitalinos unas manillas amarillas en que se ven tejidos niños y niñas tomados de las manos, como jugando rondas que sus hijas ya dejaron de jugar. Con esas manillas costearon los viajes de cada una, 80 mil pesos por persona, para buscar el sueño de una vida como la de antes: pobres, pero felices.

Lo que no alcanzaron a costear con las manillas fueron las comidas y la estadía. Porque aunque el Icbf acudió ante el llamado del ente del Ministerio Público y valoraron psicológicamente a las menores, no fue sino hasta las 3 de la tarde que la Secretaría Distrital de Integración Social les trajo unas latas de sardinas con jugos y pastelitos -peces y panes que hubieran preferido que se hubieran multiplicado a una hora más temprana-.

De hecho, el Ministerio de Salud -que nunca hizo presencia porque 'la atención en salud es responsabilidad del Distrito'- aseguró en la mañana que 'los médicos del Hospital de Fontibón dicen que las niñas tienen hipoglicemia por el ayuno prolongado de más de cinco horas', y que 'algunos desmayos de las niñas se han producido porque no han desayunado'.

La cura en el San José. Samira Peñaloza, madre de dos niñas y quien lideró la travesía hasta Bogotá, le contó a este périódico: 'a mis niñas decidí traérmelas a Bogotá el año pasado y les hice un examen, les salió aluminio. Entonces las interné en el Hospital San José Infantil del 30 de julio al 12 de agosto más o menos, y a una le salió plomo, cobre y mercurio, y a la otra plomo y cobre, y les hicieron quelaciones, y no les han dado más desmayos'.

La quelación es un tratamiento endovenoso con una solución conteniendo minerales, vitaminas y especialmente aminoácidos, que a través de una acción bioquímica a nivel molecular, produce la remoción de metales pesados del organismo. A las pequeñas, narró Peñaloza, las dejan 24 horas en ese tratamiento, que aunque es un poco doloroso, según ella, les cura los desmayos.

Y aunque sus niñas tienen otros problemas de salud, 'como que se les sube el azúcar, las plaquetas, se les está bajando la hemoglobina, problemas de riñones', ya no padecen más desvanecimientos y han recuperado poco a poco su vida de antes.

El mismo tratamiento lo recibieron nueve niñas más, 'y nunca más han recaído', y por eso esperan que a las 18 se les haga lo mismo y, posteriormente, a las 786 menores de El Carmen.

'Ya llevamos un año aguantando'. Óscar Alvis Mendoza, otro de los padres, explicó a este diario que la razón por la que decidieron coger sus maletas de los Montes de María hasta la Meseta Cundiboyacense, es porque: el hospital de El Carmen no da abasto y no está apto para atender un caso que es científico. Allá no hay solución para nuestras niñas y creemos que la solución está en las clínicas especializadas de Bogotá'.

Añadió el carmero: 'somos la voz de un pueblo que está clamando hace un año, queremos tener una mesa de diálogo con el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, para que haya una solución pacífica, y si hemos aguantado un año entero luchando por esto, no importa que aguantemos aquí los días o meses que sean necesarios'.

'Mi hija ha intentado suicidarse'. El drama de Sonia Martínez, quien luce una de las camisetas que rezan 'S.O.S. por las niñas de El Carmen', es quizá peor que el de las demás progenitoras: su hija de 12 años, afectada por los desmayos tras la vacuna, ha intentado suicidarse dos veces.

'Mi hija y la otra de una compañera han intentado dos veces suicidarse porque ella dice: mami, ya yo no soy una niña sana. Un compañerito de ella se dio cuenta y me avisó. Encontré a mi hija con una cantidad de pastillas en la boca, se las saqué, era unas pastillas como de antibióticos, no sé dónde las consiguió', narra la madre, quien en la puerta de la UBA de la terminal lloraba con cada menor que se desvanecía.

'Yo tuve que renunciar a mi empleo, porque tengo que estar al lado de ella y atenderla porque en el día le dan hasta 24 desmayos. Ellas no llevan una vida normal porque si salen a la calle les da la crisis, mi hija se ha pelado la cara varias veces al caerse. Si están en el colegio, les da. Ellas temen salir, para ir al baño tengo que acompañarla. Una vez casi se me ahoga comiendo', cuenta.

Concuerda con los otros padres que el Hospital Nuestra Señora del Carmen ya no da abasto: 'hace cuatro días colapsó porque llegaron más de 200 niñas de las veredas Mamón de María, Camaroncito, Caracolí, La Salsa y Bajogrande. Ese día llevé a mi hija, y uno de los enfermeros me preguntó: ¿y no se ha muerto todavía?'.

Por su cuenta al San José. Tras unas nueve horas en la Terminal de Transportes, los carmeros llegaron al final de la tarde al Hospital San José Infantil donde, esperan, sean 'curadas'.

Las menores partieron a las 5 de la tarde de la central de transportes y, sin remisión de ente alguno del Estado y solo con el acompañamiento de la Defensoría, llegaron en buses de la Policía al servicio de urgencias de la clínica capitalina.

Las tutelas

Mónica del Río, representante de la Asociación de Afectadas por la Vacuna del Papiloma Humano, al hacer presencia en el lugar, advirtió: 'venimos trabajando en una estrategia legal, instaurando acciones de tutela en contra del Ministerio de Salud, las secretarías de Salud de cada una de las regiones y sus EPS para garantizar los derechos fundamentales de las menores y adultas afectadas'.

En total, la asociación ha presentado tres tutelas, una en nombre de un grupo de ocho afectadas en Bogotá, otra por 10 menores de El Carmen y otra que ya se ganó en primera instancia.