Luego de superar los innumerables contratiempos que se presentan al organizar la logística de una visita presidencial anunciada con pocas horas de anticipación - sobre todo cuando apenas el Papa acababa de partir de Santiago de Cuba hacia Washington - me recordaron lo que impone el protocolo oficial, recibir al Presidente en el aeropuerto y acompañarlo durante su visita, en este caso a La Habana, sede del proceso de negociaciones con las Farc.
El objetivo era el más importante en lo que va corrido de su segundo mandato y sobre el que se venía trabajando hacía más de doce meses: el acuerdo sobre las bases del punto más trascendental del Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, el de la reparación de las víctimas, justicia y verdad.
El pronóstico del tiempo había dicho que en la tarde se presentarían fuertes lluvias en la ciudad, algo que confirmaban los truenos que se escuchaban al filo de las dos de la tarde, hora en que partimos hacia el aeropuerto internacional José Martí. Por fortuna, a medida que nos acercábamos a la terminal aérea, se hacía visible que las lluvias en los alrededores ya habían pasado y el cielo se despejaba; sin duda, un buen augurio de lo que presenciaría.
El vuelo llegó según lo previsto un poco antes de las 3:00 p.m., y como corresponde me hice al pie de la escalera del avión por donde debía bajar la comitiva presidencial. Detrás de los oficiales de la escolta del primer mandatario, fueron apareciendo los representantes de la mayoría de los partidos políticos con asiento en el Congreso de la República y cuando - como siempre - empezaba a echar de menos a alguien de nuestra región Caribe, apareció el propio, el guajiro Alfredo De Luque, Presidente de la Cámara de Representantes, con camisa blanca, pantalón verde, mocasines ligeros y sin medias...y luego más andinos, Telésforo Pedraza - de vestido entero aunque sin corbata -, el infaltable Álvaro Leyva Durán, Iván Cepeda...
Acompañé al Presidente en el trayecto que lo condujo a las exclusivas casas de protocolo de El Laguito, donde residen tanto la delegación del Gobierno como la de las FARC, y lo sentí bastante relajado, muy tranquilo. Nuestra conversación fue trivial como debía ser por las circunstancias: que si el azúcar seguía siendo la principal fuente de ingresos de la isla, que espectacular el documental 'Colombia - magia salvaje', que si ya se siente mucho la presencia gringa, que si Barranquilla, que esto y lo otro. ¿Para qué tocarle el tema del evento que lo traía a La Habana? Solo atiné a comentarle de los grandes retos de pedagogía política que vendrían a continuación.
Llegamos directo a la Casa asignada, distinguida como la N° 21, donde lo esperaban De La Calle y su combo, y luego de los saludos de rigor se sentaron a repasar el libreto que en poco rato pondrían en ejecución, la entrada al salón, la disposición de los plenipotenciarios, las palabras de su declaración; en medio de lo cual surgió la pregunta sobre cómo referirse a alias 'Timochenko'. Detalles a primera vista intrascendentes pero que en un evento de esta naturaleza tienen un enorme significado semántico, como, por ejemplo, la estrechada de manos.
Aunque en el aire flotaba algo de ansiedad, en términos generales todos estaban relajados, conscientes de la importancia de lo que iba a suceder. Hubo incluso tiempo para la mamadera de gallo. 'Presidente, la primera víctima a reparar de este proceso ha sido el embajador pues le hemos invadido impunemente su casa estos años...' dijo De La Calle refiriéndose a que todas las tardes la delegación se traslada a la residencia a discutir y trabajar sobre lo que tratan en la mañana con la delegación de las FARC. 'Si abusan demasiado me avisa...' dijo el Presidente, a lo que solo atiné a contestarle 'Ni modo de quejarse Presidente...todo sea por la paz'.
Arribamos pues al elegante salón de protocolo ubicado dentro del mismo conjunto de El Laguito y donde tienen lugar muchos de los eventos más importantes de la muy activa diplomacia cubana. Al entrar por una de sus terrazas laterales recordé lo que en una charla informal nos dijera a un grupo de embajadores uno de los más altos funcionarios del comité central del Partido Comunista de Cuba, comentando sobre la belleza de esa edificación: 'Lo que no se le puede negar a la burguesía habanera es que buen gusto sí tenía...'
Todo estaba muy bien dispuesto en el salón principal, la mesa central, las sillas y mesas alrededor, una hermosa selección de la flora cubana, y el sitio reservado para las cámaras de los medios de comunicación. Saludé a mi buen amigo el embajador de Chile, a los delegados de su gobierno que obran como acompañantes, y posteriormente al veterano diplomático de la hermana República Bolivariana de Venezuela, Roy Chaderton, quien inmediatamente me preguntó si había recibido un libro que me había enviado sobre Francisco Miranda. Meses antes y en una de las ruedas de prensa de fin de ciclo le había pedido que me recomendara una buena biografía sobre el precursor de la independencia hispanoamericana…horas más tarde me envió tres. Aunque parecía inevitable intercambiar con él sobre los últimos acontecimientos entre ambas naciones, se impuso el buen ambiente que reinaba en el salón y no se dijo nada al respecto, gajes de la diplomacia. Como quien dice, cada cosa en su lugar.
El salón se fue llenando poco a poco de los diligentes funcionarios de la cancillería cubana, de la comitiva política que acompañaba al Presidente y de numerosos reporteros con sus respectivos equipos de transmisión. Entretanto tuve la oportunidad de conversar con varios de los congresistas con quienes no lo hacía desde los tiempos de la Vicepresidencia. Por separado lo hice con Serpa y Navarro Wolf, entre otros, sobre la próxima elección de gobernador del Atlántico, de lo cual debo guardar discreto silencio so pena de echarme encima al Procurador Ordoñez. Con Telésforo Pedraza, claro…sobre el expresidente Pastrana. A Iván Cepeda le escuché decir que se sentía muy emocionado por el hecho histórico que estábamos por presenciar.
Entre las asesoras del Alto Comisionado para la Paz sentí bastante ansiedad, usualmente vestidas muy informalmente, para esta ocasión todas lucían muy elegantes, listas para la foto. Pocas personas como yo pueden dar fe de las agotadoras jornadas de trabajo que hay detrás de cada declaración que hace Humberto De La Calle, de las naturales tensiones que se viven en el interior de la delegación, de los enormes sacrificios personales que cada uno ha tenido que asumir a lo largo de estos casi tres años que ha durado el proceso; en fin, del desgaste que produce un ejercicio mental como es el de tratar de llegar a unos acuerdos fundamentales con una contraparte con una visión del mundo y la sociedad diametralmente opuesta a la nuestra. Y no es difícil deducir que lo mismo sucede en la otra orilla… Pero, como ya lo dije, ni modo de quejarse...todo sea por la paz.
La delegación de las FARC entró al salón de manera muy ordenada, casi en fila india, como siempre lo hacen, denotando el carácter militar de su organización, y se sentaron en la parte reservada a ellos. Desde la corta distancia que nos separaba saludaban brevemente con la mano a quienes reconocían.
La puesta en escena de eventos de esta naturaleza siempre está llena de pequeños detalles que tienen como principal protagonista a la condición humana, en especial la vanidad. Que yo debo estar en primera fila, que porqué me colocan atrás, que usted no sabe quién soy yo, etc…por fortuna nada de eso se presentó cuando hubo que cambiar a último momento la asignación de los puestos en las sillas de la delegación gubernamental, nadie quiso restarle solemnidad al evento.
En lo que respecta a este man, quienes lo conocen saben que hace rato está curado de esas debilidades, pero como por protocolo el lugar del Embajador es fijo me di cuenta que ¡el pantallazo sería inevitable!
Al momento de entrar al salón el presidente Raúl Castro, seguido de Santos y Timochenko, la reacción en la delegación, incluida la mía, al ver a este fue de sorpresa. ¡¿Ese es Timochenko?! La imagen que teníamos de él a través de la televisión no correspondía ciertamente con la que ahora veíamos en vivo y en directo, alguien atrás mío dijo 'Parece un profesor universitario…'. Luego de los saludos protocolarios vino la lectura del comunicado conjunto y a medida que se avanzaba en su lectura los comentarios que alcanzaba a escuchar de los congresistas sentados atrás mío eran todos muy positivos y elogiosos, tanto que al terminar inmediatamente felicitaron a los juristas Manuel José Cepeda y Juan Carlos Henao, quienes se hallaban a mi lado, como miembros de la comisión legal que había trabajado en el punto crucial de la justicia restaurativa y transicional.
Llegó entonces el momento que, más allá de las palabras, sería el más importante, al menos desde el punto de vista simbólico, el del saludo del fin de la ceremonia entre el Presidente Santos y Timochenko; y cuando se produjo se escuchó como el tableteo de una ametralladora, la obturación de las decenas de cámaras fotográficas que captaban el instante preciso en que los colombianos cruzábamos el umbral de no retorno del duro y difícil proceso que todos debemos transitar hacia una paz duradera y estable.
No hay duda que al bajarse el telón de esa noche las palabras que pronunciara el Papa Francisco justamente aquí en La Habana el domingo pasado, y que ambos protagonistas de la tarde habían hecho suyas en sus respectivas intervenciones, cobraron plena vigencia: 'No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación'.