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Cuando Pilar Navarrete cuenta lo ocurrido con Jimmy, su esposo, lo hace rápidamente. Hila las palabras una tras otra en bandadas vertiginosas de frases como si su mente o su corazón quisieran rebasar lo que dicen.

Ni los hechos ni mucho menos las palabras pueden explicar lo que pasó aquel 6 de noviembre de 1985, cuando su esposo Héctor Jaime Beltrán Fuentes, un mesero sahagunense del Palacio de Justicia, padre de cuatro chiquitas de siete meses, dos, tres y cinco años, nunca volvió a casa a cenar.

Amor con risas y suero

'Lo conocí en un ensayo de una obra de teatro. Él era hermano de una compañera del colegio. Me enamoró de él su alegría, su caballerosidad, su amabilidad, su solidaridad, que siempre mantuvo', cuenta con un tono abierto Pilar, casi cual sonriéndole de vuelta a la remembranza de su esposo al hablar.

Sigue su relato, incorporando en breves imitaciones de Jimmy -como todos lo llamaban-, 'ajás' e 'iras' esporádicos y bogotanizados: 'con él hubo mucha risa, y mucha amistad, eso es muy difícil de encontrar, y eso es lo que hace importante el amor: reírte y tener confianza'.

Su esposo siempre estaba en la casa, con sus hijas, Bibiana Karina, de cinco; Stephanny, de 3; Dayana, de 2; y Evelyn, de 7 meses, que 'eran su pasión', y bailaba y dibujaba rostros y leía caricaturas.

Los padres de Héctor, Héctor y Clara, vivían cerca de la familia, en Soacha, a la salida de la capital, y con ellos comían todos los sábados suero, patacón, queso salado y bocachico, previo encargo a las tías de Sahagún.

'Esperamos ir ahora a Sahagún con mis cuatro hijas y cinco nietos, a conocer su pueblo y a sus tías, que viven muchas allá. Con Héctor nunca pudimos ir', evoca Pilar.

El día del holocausto Pilar y Jimmy llevaban cinco años de casados. Él tenía 28 años y ella 20. Héctor era el mayor de seis hermanos y trabajaba de mesero mientras conseguía un trabajo en lo que había estudiado: técnico en refrigeración comercial.

La toma anunciada

'Me entero porque una amiga llegó al apartamento, me golpeó la puerta y me dijo: Pili, ¿sabes que se tomaron el Palacio los guerrilleros del M-19? Pero ya desde hacía como un mes antes habían encontrado a unas personas con unos planos, y se tenía más o menos la idea de que iba a pasar algo así', señala la viuda.

Pilar, de hecho, el día de la toma al Palacio, como todos los viernes, esperaba ir hasta allá a comprar pizza para las niñas, pero Jimmy le había advertido que no fuera, precisamente por los tipos que encontraron con los planos y el aparente reforzamiento de la vigilancia que había ocasionado tal hecho.

Recuerda así mismo las 28 horas del ataque y la retoma con la comunicación interrumpida, 'ya que Nohemí Sanín (exministra de Comunicaciones) tuvo la brillante idea de pasar un partido de fútbol para que no se viera por televisión aquello, pero algunos medios tuvieron la osadía de pasarlo, y ahí pude estar más o menos pendiente'.

No obstante, la madre confiaba en que no le iba a pasar nada a su esposo, por su condición de ser un mesero de 28 años y dado que la amenaza supuestamente se cernía sobre los magistrados y porque, además, un hermano de Héctor, que había trabajado en el DAS, le había dicho al día siguiente de lo ocurrido que la cafetería estaba intacta y que a lo mejor su hermano estaba detenido mientras se aclaraban los hechos.

Entre tanto, en los videos que subsisten del holocausto algunos creen ver a Jimmy salir con vida del Palacio, pero no hay certeza.

En los días desolados que siguieron, los familiares de los desaparecidos se fueron conociendo día tras día a las puertas de Medicina Legal, esperando un cadáver que nunca llegó, y que 30 años después, aún no llega.

Deje de joder

El padre de Héctor, un octogenario homónimo de su hijo, dijo a medios de comunicación que cuando empezó la búsqueda lo llamaban a su casa a insultarlo, a amenazarlo con que iban a ir por sus hijos al colegio y a advertirle que dejara de joder, viejo hijo de puta.

La madre de Jimmy, Clara, en cambio, nunca habló a los periodistas y guardó su dolor en soledad.

El también amenazado soldado Édgar Villamizar dijo bajo juramento, como testigo de los hechos, que escuchó en la Escuela de Caballería a un joven rogando que no lo mataran, porque él solo trabajaba en la cafetería.

Héctor, el padre, contó igualmente que los familiares de los desaparecidos, tras las investigaciones personales que han hecho y por los procesos judiciales surtidos en torno al caso, saben que sus seres queridos no están vivos: que fueron torturados y asesinados por la fuerza pública tras la retoma.

Paradójicamente, unos años antes, Jimmy había pertenecido a la fuerza pública y había prestado su servicio militar en la Base de Tolemaida.

Limpiar pisos y lavar baños

En medio de todo el drama de la desaparición de su esposo, Pilar, además, había quedado absolutamente sola con cuatro niñas.

'Empecé a trabajar en todo lo que podía: cafeterías, restaurante, limpiar pisos, lavar baños, y que al mismo tiempo pudiera ir a las reuniones y estar pendiente de la búsqueda, que todavía no he abandonado', cuenta.

No obstante, casi enseguida, Pilar se dio cuenta de que su familia no la iba a dejar tan sola como ella creía y que la vida le iba a dar algo luego de haberle quitado tanto: 'afortunadamente tuve una familia muy solidaria: mis tías viven en el extranjero, mis amigos, mi mamá, y luego la vida fue siendo muy linda conmigo en muchas otras cosas y ya ahora mis hijas trabajan, todas han hecho sus carreras y tengo cinco nietos'.

Si el Estado hubiera sido doliente…

Sobre el perdón público que este viernes ofrecerá el presidente Juan Manuel Santos, Pilar critica que 'hasta ahora es que se va a cumplir parte del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que es el reconocimiento de responsabilidad pública, pero a un año de haberse hecho la sentencia. Y las medidas de salud sicosocial no se han cumplido, así como no se han cumplido otras órdenes que dio el fallo'.

Ilusión y desazón le dejan a la viuda, al mismo tiempo, los recientes cuerpos identificados por la Fiscalía, que resultó que no eran de personas supuestamente identificadas anteriormente: 'ahorita encontraron unos pero desaparecieron otros, entonces están demostrando la total locura en este proceso'.

Sus consideraciones, casi ininteligibles por la velocidad con que las plantea, son simultáneamente profundas, fundadas y, por supuesto, más claras que los pausados pero obtusos pronunciamientos del Estado en torno al holocausto: 'la verdad debe venir detrás del hallazgo de esos cuerpos, y si no, mejor que no pase nada. Tres o cuatro huesos, ¿por qué están ahí?, ¿por qué aparecen con unas faldas unos restos calcinados?, ¿por qué aparecen con uniforme unos restos calcinados?, ¿por qué 30 años y hasta ahora nos cuentan? Yo siento que los fallos se están cumpliendo es como a la carrera, dando unos resultados que no son satisfactorios para nosotros los familiares'.

Si el Estado no hubiera sido criminal, como lo estableció la Corte IDH, y si el Estado, en parte, no siguiera dejando mucho que desear ante las víctimas y ante los colombianos, en lo que tiene que ver con su labor de esclarecer lo ocurrido tras la toma del Palacio: es la reflexión que hace Pilar.

'Lo ideal era haberlos encontrado con vida. Si hubiera un Estado que hubiera sido doliente con lo que sucedió y hubiera buscado con vida a estas personas, que no fueron desaparecidas en el monte ni en una guerra, sino en el centro de Bogotá. Yo sí espero que después de 30 años puedan encontrar los restos completos de mi esposo, y con esos restos, una verdad y una responsabilidad, que son finalmente la justicia', deja dolorosamente firmado en otra página de esta historia inconclusa la viuda de Héctor.