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En una reciente conversación como esta, el ministro de salud, Alejandro Gaviria, contestando una pregunta de mayor alcance dijo: 'Yo creo que el capitalismo y la democracia pueden coexistir (…) no me gustan las interpretaciones maximalistas de la democracia. No creo, por ejemplo, que la desigualdad implique una negación absoluta de la democracia. Tengo incluso cierta predilección por concepciones más modestas de la democracia' ¿Qué tan modestas son las suyas?

Desde luego que democracia y capitalismo coexisten. Yo diría que son inseparables desde el momento –probado por la historia contemporánea– en que la libertad política y la libertad económica, o sea democracia y mercado, son condiciones esenciales para el desarrollo, la real condición para eliminar la pobreza y las desigualdades. La eliminación de la democracia y de sus libertades, como es el caso de la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez y Maduro, lejos de remediar estos males los incrementa.

Después de la caída del muro de Berlín, de las derrotas de Maduro y de Cristina, de las dificultades de Dilma y de Evo, y a pesar de la supervivencia de Ortega, de quienes se puede predicar que hacen parte de la izquierda latinoamericana, así sea como victimarios, ¿quiénes son, en las agonías de 2016, los nuevos idiotas?

En efecto, el idiota ha sido testigo del fracaso del llamado Socialismo del Siglo XXI en Venezuela y otros países del continente, pero no por ello desiste de sus mitos ideológicos. La desastrosa realidad cubana también le es ajena. De modo que nuestro idiota aún subsiste en universidades, en medios de comunicación, en algunas organizaciones sindicales y en partidos políticos de izquierda con sus viejas diatribas contra la oligarquía y el imperialismo, e identificándose con el populismo de Petro y con las más peligrosas exigencias de las Farc en La Habana. Como lo hemos dicho, pese a la caída del Muro de Berlín, a la desaparición de la Unión Soviética, a los fracasos que un socialismo de estirpe marxista como el que ha llevado a la ruina a Venezuela, hay rasgos de esa vulgata ideológica que permanecen inamovibles en nuestro idiota. Todavía en escritos y cátedras, este sostiene que la pobreza corre por cuenta del imperialismo y de la oligarquía y es partidario de las expropiaciones y del monopolio del Estado en todos los ámbitos de la producción.

De alguna manera el libro, o los libros sobre la idiotez de la izquierda latinoamericana, eran una respuesta a Las venas abiertas de América Latina, sin duda la 'biblia' de eso que, simplificando, hemos conocido como el mamertismo internacional. Galeano terminó desconociendo y deslegitimando su propio libro un año antes de morir. ¿Cómo recibieron ustedes, los autores del libro, aquella inesperada rectificación? ¿Tienen ustedes, también, algo que mitigar en el lenguaje que de alguna manera repetía el de Galeano?

Con sus declaraciones antes de morir, Galeano acabó dejando sin sustento su obra Las venas abiertas de América Latina. El valioso mea culpa de Galeano dejó a nuestro idiota sin su Biblia sacramental. El suyo fue un error de juventud del cual se arrepintió. La mejor refutación de las tesis contenidas en su libro la dio la realidad.

¿La descalificación por idiotas, antes y ahora, incluía toda la izquierda? ¿Incluía, por ejemplo, a ese neomarxismo de la Escuela de Frankfurt ya desprovisto del determinismo económico de Marx, es decir a Adorno, Horkheimer, Benjamín, Marcuse, Fromm, Habermas, Lowenthal, Neumann, Grumberg, Honneth. Y más allá de la escuela, a Zizek, Agamben o Badiou…

No, no incluye a toda la izquierda, pues como lo hemos dicho Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y yo en nuestros libros sobre el idiota, existe en América Latina una izquierda vegetariana y una izquierda carnívora. La primera defiende la libertad de mercado y la empresa privada, en tanto que la segunda muestra una devota fidelidad a gobiernos como el de los Castro y el de Maduro, así como al llamado populismo asistencial. No olvidemos que en las democracias continentales ha imperado un consenso entre el centro izquierda y el centro derecha en torno a ideas o realidades fundamentales del desarrollo.

La democracia es una forma de gobierno que puede albergar una amplia gama de contenidos. Sin exagerar, hay democracias directas e indirectas, de izquierda y de derecha, laicas y confesionales, autoritarias y liberales, etcétera. ¿Cuál es el adjetivo de la suya y cuales sus contenidos esenciales?

La democracia que apoyo es la que respeta el libre mercado y mantiene su fidelidad a las libertades públicas. La llamamos democracia liberal, usando el apelativo que se le da en Europa y que nada tiene que ver con nuestro liberalismo casero dirigido por un Serpa o un Ernesto Samper. Su rasgo esencial es el rescate de pensadores liberales como Hayek, Koestler, Jean Francois Revel, Carlos Rangel, Mises, Popper, Milton Friedman y otros.

Yo tuve el privilegio de conocerlo hace ya muchos años en Barranquilla. Entonces, y mucho después, usted era y es un hombre liberal. ¿De qué manera lo es todavía? ¿Después de aquella desgarradora decepción que le procuraron la Unión Soviética, los gulags, la violencia como partera de la historia, en fin, todo aquello que propició La Caída, ¿cómo sobrevivió aquella estirpe liberal? ¿ Qué le provocan temas como el feminismo, el aborto, los matrimonios del mismo sexo y la adopción por esa mismas parejas, la eutanasia, la marihuana medicinal? ¿Y cómo celebra o padece la democracia a veces tan poco liberal de aquí?

Fui de izquierda y tal vez de extrema izquierda en mi juventud. La realidad acabó mostrándome el rotundo fracaso del comunismo en la Unión Soviética y los países de la Europa Oriental, así como el de la revolución cubana. El sistema opresivo que allí se aplicó, la destrucción de la empresa privada, la supresión de las libertades y la feroz hegemonía del Estado, extendió la pobreza dejando solo libre de ella a una nomenclatura aferrada al poder. Los tópicos que usted menciona no tienen veto de mi parte. Pertenecen a la nueva realidad que hoy vive el mundo.

Más arriba incluí una cita referida a la igualdad. Aceptemos que la igualdad es un problema. Es un concepto inasible, indeterminado. Y es referencial, es decir que tiene que ver con el otro. Ese otro que es 'prójimo', alguien a quien se supone debemos amar más que a nosotros mismos. O es el más problemático súper yo de Freud. Antes que nada es la médula del discurso de los Padres fundadores y de la Revolución Francesa. Si suprimimos la igualdad esos acontecimientos perderían majestad y alcance. Requerimos siempre alguna forma de igualdad. ¿Cuál es la suya? O mejor, ¿la de la democracia?

La igualdad que defiendo proviene de una educación que ponga a todos en el mismo punto de partida, de tal manera que permita a cualquier persona llegar hasta donde sus méritos y esfuerzos lo permitan. Ahora bien, como lo señala en su libro Basta de historias, Andrés Oppenheimer,la mejora de la calidad educativa difícilmente saldrá de los gobiernos: los políticos siempre van a preferir construir obras públicas, que pueden quedar a la vista de todos antes de las próximas elecciones, a invertir en mejoras educativas que no producen resultados visibles sino después de cinco, diez o veinte años. Esta iniciativa debe surgir de coaliciones no gubernamentales, empresas, medios de comunicación, artistas y figuras públicas de gran alcance mediático. A ello es bueno agregar que el crecimiento económico por sí solo no va a erradicar la pobreza y combatir las desigualdades, a menos que vaya acompañado de un auge y mejor calidad de la educación.

Supongamos que podemos prescindir de las ideologías, es decir de la política. Y pongamos las cosas en simples términos de compasión, aquella que brota de la finitud y vulnerabilidad de los seres humanos. ¿Si todo el orden político es una ordenación del sufrimiento, como justificar las hambrunas, las guerras, la exclusión, el desempleo crónico, y la indignidad de millones y millones de personas? ¿Para una ética de la compasión, cuál sería el discurso político que la sustente?

No pueden aceptarse hoy las hambrunas, las guerras, la exclusión y el desempleo crónico que corroen a muchas sociedades nuestras. Debemos buscar, sí, una vía efectiva para llegar al desarrollo y salir del atraso. Países asiáticos como Singapur, Corea del Sur o Taiwán, que medio siglo atrás eran tan pobres como los nuestros, desterraron estos males gracias a altos niveles educativos, a la ciencia, la tecnología y la innovación.

¿Usted cree que el capitalismo es la virtud ultima de la organización política? ¿Cree que no hay democracia sin él ni estado sin democracia? ¿O cree que tendrá el capitalismo que reinventarse en términos sociales y de medio ambiente?

Ya lo dije, para que exista una democracia real, la libertad política y la libre economía deben ir juntas.

¿Cree verosímil un acuerdo de paz en La Habana antes de que termine el próximo Marzo? ¿Cree que esa paz será justa, sólida y duradera? ¿Que teme del posconflicto?

Tengo muchas dudas al respecto. Al ser colocadas en este proceso de paz en el mismo pie de igualdad con el Estado, las Farc están imponiendo ciertas exigencias muy peligrosas, como los llamados territorios de paz que pueden convertirse en repúblicas independientes bajo su control, su alta presencia en el Congreso sin necesidad de votos, la reducción de la Fuerza Pública y con ello el mantenimiento del narcotráfico como su gran fuente de riqueza. Si logran estas concesiones, dudo mucho que alcancemos una paz estable y duradera.

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