Norbey Hernández no dormía en una cama desde hace 21 años, pero esta semana eso cambió: este guerrillero, su pareja y la bebé de ambos fueron los primeros en ocupar una de las 250 casas que las Farc construyen en Colinas, al sur de Colombia.
El proyecto de urbanización, en cuya construcción trabajan 300 rebeldes junto a 100 civiles, incluye también aulas, invernaderos, enfermería y otras facilidades para que quienes vivieron años en la selva sigan cerca de ella en tiempos de paz y aprovechen sus recursos, de manera ecológica y sustentable.
Ubicada en el departamento de Guaviare y concebida inicialmente como espacio de alojamiento temporal para las Farc, Colinas es una de las 26 zonas donde unos 7.000 guerrilleros están concentrados para dejar sus armas y volver a la vida civil, en cumplimiento del acuerdo de paz que pone fin a medio siglo de conflicto armado.
Pero también se está convirtiendo en el sueño de casi 500 miembros del grupo insurgente en esta localidad: hay una casa para cada dos rebeldes, que compartirán con su pareja o algún otro compañero.
'Hace 21 años no dormía en una cama, hoy me siento feliz', dice Hernández, de 34 años, mientras termina de mudarse a su casa junto a su pareja, a quien conoció en las filas, y su bebé.
Con dos habitaciones y un pequeño recibo, la casa es la única que ya tiene pintadas sus paredes y colocadas sus puertas y ventanas. Todas serán iguales.
'La prioridad de arrancar adelante con la casa mía fue la niña. Donde estamos es muy frío, la montaña es muy fría y los niños se enferman', asegura la mujer, refiriéndose al área cercana donde armaron refugios con lonas entre los árboles, como en tiempos de guerra.
'Ya que tenemos la casita, ya que va a haber oportunidad de trabajar acá y todo, pues la idea es quedarnos', dice Hernández.
Alrededor, la actividad es incesante: unos hacen bloques, otros cortan madera, algunos aprenden trucos de los empleados civiles.
Intimidad y vida colectiva
Los comandantes Iván Alí, del Estado Mayor Central de las Farc, y Mauricio Jaramillo, de la cúpula máxima de la guerrilla, fueron los principales diseñadores del poblado.
'Para el desarrollo de todo este proyecto partimos de la palabra 'normalización'', tomando en cuenta que los guerrilleros han 'sacrificado muchas cosas, como la intimidad', explica Alí.
'Para alguien que no tuvo paredes nunca en su casa, alguien que tenía una vida colectiva, había que conseguir el espacio (personal) y que conservara lo mejor de su vida anterior: que era la vida colectiva', dice.
Jaramillo detalla, en tanto, que los cultivos serán 'agroecológicos', incluidas las 10 hectáreas en que proyectan instalar invernaderos, y que las porquerizas tendrán 'biodigestores que produzcan energía'. También quieren vetar la entrada de motos y autos al 'pueblito', como le llama.
Tienen casi todo previsto: agua de un afluente cercano, sitios deportivos. Solo queda resolver la conectividad telefónica, porque no llega señal. También hay preocupaciones de seguridad por la 'histórica presencia de paramilitares' en la zona, según cuentan, aunque sin pensar en irse a vivir a otro lugar.
'Aquí es donde vamos a hacer una nueva vida, es donde vamos a tener nuestros hijos y a seguir trabajando en el partido' político que surja tras la dejación de armas, que se prevé concluya el 20 de junio, dice Yuli Rodríguez, de 29 años.