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Después de ver como la quebrada frente a su predio –que servía como fuente para que bebieran sus animales y de sistema de riego natural para sus cultivos de aguacate, guanábana, plátano y cítricos, de los cuales subsisten– se contaminó por el derrame, Darío Cuevas y su esposa Carlina Meneses tuvieron que ingeniárselas para proveerse de otros medios. Para el ganado, cargan agua potable y para las plantas, han aprovechado las lluvias de los últimos días.

Además del ecosistema sin vida a su alrededor, a las familias vecinas a la fuente hídrica las han afectado los fuertes olores. Al caminar por la zona aledaña a los pozos de Ecopetrol en el corregimiento de La Fortuna, y mientras se va a acercando más hacia la quebrada La Lizama, se siente un penetrante olor a gas.

Según Ecopetrol, unas 25 familias han sido reubicadas, sin embargo, muchas otras siguen en sus predios a pocos metros de la contaminación, como Carlina Meneses y su esposo.

Amparo Acuña, residente de Pozo Quemao, le contó al diario Vanguardia Liberal que fue una de las últimas en irse a la zona de reubicación porque le preocupaba la seguridad de su parcela.

'Yo dije que de aquí no me iba hasta que no me garantizaran que mi finca me la vigilaban', relató Amparo.

Mientras ese acuerdo se logró, los fuertes olores, que según ella se intensifican en las noches, le fueron causando una tos y flemas que le han producido dolores de espalda y malestar general.

Pese a que, desde hace una semana, se está hospedando en el hotel Olga Lucía, con otras nueve familias, dos de Pozo Quemao y siete de La Fortuna, va todos los días e incluso dos veces al día a revisar que todo esté bien en su hogar.

'Aquí contamos con un vigilante que está pendiente, pero igual yo visito un rato mi casa, para darle comida a mis gallinitas', manifiesta Amparo.

No es la única. La mujer asegura que todas las familias van a ‘echarle un ojo’ a sus casas y sus cultivos. 'Tenemos un acuerdo con Ecopetrol y no podemos quedarnos acá, pero nos traen a diario a revisar cómo está todo', indica.

En su parcela, la señora Amparo cría gallinas, mientras que en las parcelas vecinas, propiedad de su mamá y de sus hermanas, tienen ganado, que han tenido que mantener amarrado por miedo a que los animales bajen a la quebrada a tomar agua.

'Con el agua resolvemos trayéndoles agua potable, pero con el pasto sí es complicado, porque el que tenemos aquí lo regábamos con agua de la quebrada', expresa.

Amparo, que no puede traer más gallinas por la situación actual, también se vio perjudicada con un reciente proyecto de piscicultura que ya tenía andando, 'nadie va a querer venir a cultivar con estas condiciones', se lamenta.

Los que no fueron reubicados

Otra y no menos esperanzadora es la realidad de la señora Fidelia Peña, quien vive con su esposo y su nieto, en el corregimiento La Fortuna, a unos 300 metros del pozo 158. La mujer de 59 años asegura que aunque la visitó la trabajadora social de Ecopetrol hace unos días, no les habló de reubicación.

'Nos vinieron a hablar y les dijimos del problema del polvo y nos dijeron que iban a regar agua, pero por aquí no han pasado sino como una vez', relató Fidelia.

La mujer, que junto con su familia llevan 26 años en esta zona, viene sufriendo de problemas respiratorios desde hace más o menos un mes, a causa de los fuertes olores a gas y el polvo. Como ellos, muchas otras familias tratan de seguir sus vidas como si nada hubiese pasado, rogando a que los olores se esfumen y el polvo se aplaque.

Escuela en medio de los pozos

En la escuela La Lizama 2, jurisdicción de San Vicente de Chucurí, y que está ubicada en medios de seis pozos de Ecopetrol, los niños reciben clases común y corriente, como si la emergencia no existiera, a pesar de estar a pocos metros de la quebrada La Lizama donde todavía hay manchas de petróleo tanto en el agua como en las plantas, y, por tanto, se desprenden fuertes olores en esta zona.

Paradójicamente, las tres familias que residen en Pozo Quemao y que están a la orilla de La Lizama fueron reubicados, mientras que estos niños, que estudian justo en frente de estas parcelas, siguen con sus rutinas escolares normales. Afortunadamente, con el inicio de la Semana Mayor, los pequeños están en sus casas, lejos del peligro.

De acuerdo con Omar Acevedo, alcalde de San Vicente de Chucurí, a los directivos de las instituciones de la zona rural se les dio la indicación de que si se presentaba alguna complicación debían suspender las clases.

El mandatario manifiesta que el municipio no ha declarado calamidad pública pues no cuenta con los recursos necesarios para atender esta situación, pero que están atentos al plan de contingencia de Ecopetrol.

Caracterización

Aunque Carlina Meneses manifiesta que por su predio no han pasado a censarla o conocer su situación, Ecopetrol junto con las Administraciones de Barrancabermeja y San Vicente de Chucurí avanzan con el proceso de caracterización. De acuerdo con Omar Acevedo, alcalde de San Vicente de Chucurí, con ello buscan conocer cuántas familias se han visto afectadas con esta emergencia y verificar la atención que ha brindado Ecopetrol.