El sargento Carlos Eduardo Zapata transformó la orden de impedir el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela desde Brasil en una oportunidad para desertar, hastiado de una vida en la que falta de todo, dentro y fuera del cuartel.
'En los comandos (cuarteles) militares, no hay comida. No tienen colchones, nosotros los sargentos de la Guardia Nacional estamos durmiendo en el suelo', dijo el ahora exsoldado de las fuerzas del gobierno de Nicolás Maduro.
'Estamos cubriendo nuestras necesidades con nuestros sueldos, comprando uniformes y las botas. No tenemos para comprarle un kilo de leche a nuestros hijos, los hijos están flacos', agregó.
Zapata abandonó el domingo el destacamento fronterizo en el que estaba destacado, se deshizo de su uniforme y, tras caminar varias horas por senderos de la sabana venezolana bajo un sol inclemente, ingresó a Pacaraima, en suelo brasileño, para pedir refugio.
No fue una decisión fácil ni repentina. La venía meditando hacía tiempo, desde que empezó el dramático declive de la vida en Venezuela.
'Tienen que entender que nosotros tenemos temor y miedo por nuestros familiares por lo que pudiera pasar', afirmó a periodistas.
La muerte hace cinco días de un sobrino suyo 'en el hospital, porque no había medicamentos' fue la gota que colmó el vaso. Y entonces decidió salir.