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'Sabemos que llegó un caso a Leticia, pero no sabemos más. Nos vamos enterando por las redes sociales cuando tenemos internet'.

En la cabecera municipal del resguardo Predio Putumayo, en Amazonas, sólo algunas personas tienen acceso a internet a través de paquetes de datos. Organizaciones sin ánimo de lucro cuentan con wifi, pero sólo en horario de 11:00 a.m. a 2:00 p.m. Es por eso que a pesar de que en el Amazonas van cuatro casos de COVID-19, este registro, como casi todo en estas zonas, les llega de manera tardía.

Allá, en pueblos del Vichada, del Putumayo, del Amazonas, de Caquetá y, más arriba, del Chocó, todo va llegando de manera lenta. El nuevo coronavirus, en tanto, va ‘corriendo’, tratando de alcanzar hasta el pueblo más recóndito de Colombia.

Ya se sumó un nuevo caso en el Caquetá. En total, hay dos.

'En temas de atención, nosotros los que estamos en aéreas no municipales somos los últimos a los que les ponen cuidado', lamenta Manuel Joinama, indígena del clan Hormiga del pueblo Uitoto en Amazonas.

Joinama es también el presidente de la Asociación Zonal de Cabildos y Autoridades Tradicionales de la Chorrera (Azicatch). Señala que en el pulmón de la selva entre unas familias y otras hay largos trayectos de distancia. Pero no por eso sienten que están libres del riesgo de contagio.

Las preocupaciones aumentan cuando además, aunque el Gobierno recomienda el uso del tapabocas, del alcohol y el lavado de manos, en el resguardo Predio Putumayo no hay ni agua potable.

En medio de las precarias condiciones, Joinama dice que están tratando de cumplir los protocolos que ha dispuesto el Estado. Y las autoridades indígenas y curanderos han mediado desde la cultura de cada pueblo para la adopción de protocolos culturales de sanación.

Así, los pueblos indígenas del Amazonas van librando su ‘batalla’ contra un enemigo que aún no ha llegado a sus resguardos.

'Por el momento no tenemos contagiados de COVID-19. En caso de que sucediera, contamos con alto riesgo porque nuestro centro de salud no está en condiciones para mediar enfermedades como la gripe y, peor aún, como el coronavirus', alerta Joinama.

El líder de Azicatch refiere que en casos distintos al COVID-19, cuando algún indígena de la comunidad presenta graves afectaciones por otras enfermedades, son trasladados a Leticia, la capital departamental, y cuando hay posibilidades se trasladan a hospitales de Bogotá, Bucaramanga, Villavicencio, entre otras ciudades.

Stefany Pérez, uno de los enlaces de contacto de la Organización Nacional de Indígenas de Colombia (zona Amazonía), señala que la cobertura de salud del Amazonas es crítica.

'En el caso de La Chorrera cuentan con un puesto de salud, pero sin ningún tipo de medicamentos ni insumos de protección. Por eso preocupa la llegada del COVID-19, ya que sería de gran riesgo en ese lugar. También preocupan los pueblos cercanos a la frontera del Perú y Brasil', indica Pérez.

Pero el nuevo coronavirus no es el único enemigo que los acecha. El hambre también llama a sus puertas.

'Estamos, a través de la ONIC, tratando de coordinar si por casualidad (porque nunca sucede, a ver si se puede esta vez) llegan las ayudas humanitarias', manifiesta Joinama.

El presidente de Azicatch, quien vive de la siembra, aún mantiene su esperanza de que el Estado los recuerde y les envíe alimentos y kits de bioseguridad. 'Aquí no somos empresarios ni grandes cultivadores. Aquí sembramos para sobrevivir'.

Según datos de la Organización Nacional de Indígenas de Colombia, ONIC, hay 201.576 familias que se encuentran en riesgo por la pandemia.