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Nuestro país cuenta con más de 65 mil profesionales de enfermería que trabajan por la salud de todos los colombianos. La familia Vargas Alvarado, de Bogotá, le ha dado ocho de estos profesionales de la salud que viven sus vidas al favor de esta vocación.

Esta dinastía involucra a una madre, dos de sus cuatro hijos, dos nueras y tres sobrinas. La historia comenzó con doña María Gilma Alvarado de Vargas, oriunda del municipio boyacense Iza, territorio con una herencia colonial española inconfundible y lugar de placer para los amantes de sus postres. Entregada y dejándose llevar por una pasión que parece haber germinado en su interior desde siempre, la trajo a Bogotá para darle más claridad a su sueño: mientras trabajaba en una panadería, logró su título como auxiliar de enfermería del Sena en el año 1976.

Doña María Gilma trabajó como ayudante de enfermería y luego como auxiliar en la sala de partos en el extinto Hospital Infantil Lorencita Villegas en extenuantes jornadas de 12 horas diarias. Durante un tiempo, alternó su trabajo con el Hospital de la Policía en el servicio de hospitalización, que la condujeron por 25 años de tanta devoción a incitar a dos de sus hijos, Diana y Rodney, a seguir su legado y que los convertiría en ser profesionales en enfermería.

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El agradecimiento

Diana, la segunda de mayor a menor, egresada como profesional en enfermería de la Universidad de La Sabana en 1998, rememora que su práctica se ha visto permeada por los variados caminos que esta profesión le permite: ha laborado en la parte asistencial en servicios de urgencias y en las unidades de cuidado intensivo pediátrico y adulto, en entidades como la Fundación Cardioinfantil y el Hospital Simón Bolívar. 'Desde pequeña veía el amor y la entrega con la que mi mamá cuidaba a su familia y a sus pacientes y desde ahí supe que quería ser enfermera', dice.

Cuenta ella que una de las experiencias más duras y desgarradoras, pero sin duda gratificantes, ocurrió en su estadía en Saravena, Arauca, donde cumplió un año y medio de su rural. Su paso por esta zona roja de la guerrilla en la década de los 90 le dejó entrever el horror de la violencia cuando tuvo que atender a niños, jóvenes y adultos mutilados por las minas antipersona, trabajo que solo le inspiró una conclusión: la absurdidad de la guerra; el que siempre pierde y sufre, es el pueblo.

'La mejor paga de esta carrera es un paciente que te dice gracias, un paciente recuperado; es ver una familia unida que se preocupa por su cuidado, ver a un paciente que sale adelante cuando las condiciones clínicas no eran las óptimas, eso es mejor que cualquier salario en el mundo', dice Diana.

Hoy por hoy es directora de una IPS de servicios ambulatorios y para ello, agradece su época en la prestación asistencial, ya que para ejercer un cargo gerencial se necesita la sensibilidad que se obtiene estando en primera línea con los pacientes. 'De esta forma se puede obtener eficiencia en la labor y garantizar a los usuarios una gestión con oportunidad'. Su hijo mayor, con cierta claridad en su objetivo y ad portas de empezar su vida universitaria, le ha manifestado su deseo de seguir sus pasos como profesional de la salud, en este particular caso, en la medicina pediátrica.

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Los frutos del amor por su vocación

Rodney es el segundo de los hijos de doña María Gilma que también aceptó el llamado que tuvo su madre y emprendió el mismo camino. Él es bogotano, de 35 años, y casado con una colega. Logró su pregrado en el 2010 en la Fundación Universitaria del Área Andina, lugar donde conoció a sus dos amores: su esposa, Luisa Fernanda, con la que tiene una hija, y su vocación.

En su trayectoria, al igual que la de su hermana, le ha permitido conocer diferentes sectores de su profesión. Relata que tres años de su vida profesional los destinó para trabajar en hospitalización y urgencias, en instituciones de salud de segundo y tercer nivel en el departamento del Meta.

Volvió a su ciudad natal e ingresó al Hospital Universitario Méderi para ser parte del personal de salud, y fue donde conoció el sector farmacéutico al que ahora, desde esa área, aporta sus conocimientos aprendidos. Desde la auditoría y la gerencia de los servicios, alcanzó a consolidar una empresa donde comercializa e industrializa los medicamentos de alto costo.

'Era muy joven y me enfrenté a un estilo de vida completamente diferente y, sobre todo, a una carrera donde prevalecían las mujeres. Pero hoy me siento

tan orgulloso de ser enfermero, el cual me ha abierto muchos espacios, me ha liberado el espectro laboral, me ha dado una familia y tener una buena calidad de vida', destaca.

Su esposa, Luisa, de 33 años, estuvo a su lado en gran parte de su camino como profesional. Atendió a pacientes en el mismo hospital en el departamento del Meta, pero en las unidades de cuidado intensivo de recién nacidos y de adultos hasta cuando quedó embarazada de Salomé y decidieron volver a Bogotá. Una vez en la capital del país, cumplió sus funciones en el Hospital de San José y en la Fundación Cardioinfantil, tomó la decisión de involucrarse en la administración de la salud y trabaja en los procesos de contratación de IPS. Actualmente trabaja en una IPS que se encarga de tomar las pruebas en Bogotá para covid-19.

El legado de amor

Aunque el menor de los Vargas no compartió la elección de sus hermanos y su madre, sí lo hizo en su ambición de ayudar a la salud de los colombianos: Jean Carlos, de 23 años, ya es profesional en terapia respiratoria, de la Fundación Universitaria del Área Andina.

Pero el entrañable estilo de vida de doña María Gilma no terminó ahí de persuadir a su progenie: sus sobrinas, Sandra Patricia, Ana y Jessica, llevadas por su ejemplo, persiguieron sus pasos y las tres son enfermeras.

Luis Gabriel Bernal, director de Desarrollo del Talento Humano en Salud del Ministerio de Salud y Protección Social, resalta la ética de estos actores relevantes del sistema de salud, su aptitud de servicio y el rol de liderazgo de las organizaciones y asociaciones de enfermería en pro del desempeño y desarrollo de la profesión. 'Son múltiples los retos que enfrentan, pero sobre todo y en donde debemos centrarnos, es precisamente en las oportunidades que se presentan en este momento histórico para el ejercicio profesional', asegura.

En el Día Internacional de la Enfermería, hacemos un reconocimiento a todos aquellos que hoy combaten a la COVID-19, por su compromiso y valentía para proteger y ayudar a salvar la vida de muchos colombianos.

'Una vez más nuestro agradecimiento por la labor que hoy y siempre han desempeñado las enfermeras y los enfermeros en las distintas regiones del país, y un llamado a la comunidad para que los acojamos, respetemos y protejamos', finaliza Bernal.

Por: Daniel Eduardo Alzate Gutiérrez