Compartir:

Amisael Castro Pastrana la guerra le invadió la vida. Cuando tenía 14 años su padre fue secuestrado, según dijo, por la entonces guerrilla de las FARC. A su madre la asesinaron, a dos de sus 16 hermanos los mataron, a uno, además de asesinarlo, lo desaparecieron, a dos de sus primos también les fusilaron la vida, y una hermana, que declaró como testigo protegido, viajó a esconderse en Alemania. Él por miedo huyó y se convirtió en una víctima más de las 8.056.993 que hay en el país por desplazamiento forzado, según datos de la Unidad para las Víctimas.

La violencia tocó su vida en Tiquisio Nuevo, sur de Bolívar. Su padre, un hombre hacendado, fue secuestrado en tres ocasiones.

'La primera vez lo liberaron a los siete meses, se pagó un dinero para que lo soltaran. Así fue la segunda y la tercera. Ya después le congelaron todos los bienes, lo tenían secuestrado en el mismo pueblo', contó Misael Castro, quien hoy es miembro de la Mesa de Víctimas del municipio de Repelón, Atlántico.

Denunciar a las FARC, alzar la voz en un pueblo recóndito del Caribe de cerca de 18 mil habitantes fue el pecado que cometió la familia Castro Pastrana.

Su padre murió sin recibir una reparación. Misael Castro detalló que cada semana las FARC iban a la finca a robar ganado. Con fusiles en mano y terror les fueron usurpando lo que tenían: la dignidad, la cordura, la tranquilidad y el sustento para vivir.

'En sus últimos años desvariaba, hablaba de lo que hizo en su juventud, se fue volviendo loco, cayó en una depresión bárbara producto de la guerra', expresó Misael Castro.

Este señor campesino de 57 años luego de recorrer el país, huyendo de la violencia, decidió habitar en Repelón, Atlántico, el pueblo de donde es su esposa.

Pero un día hace ocho años decidió volver a Tiquisio Nuevo con la intención de trabajar en la finca de su padre, de ponerse al frente de la tierra, pero otro grupo armado, el ELN, lo sacó del territorio.

'A los meses mi papá murió, no aguantó más. A él no lo mataron a balazos, murió de pena moral'.