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Hace 16 años en Bahía Portete pasó 'algo inesperado', según contó Débora Barros Fince, víctima de la masacre.  El conflicto armado colombiano llegó a este sector, a dos horas del municipio de Uribia, sin advertirlo.

'Nos sorprendió muchísimo porque es un trastorno en el interior de la etnia, algo que nunca se había visto. ¿Cómo lo asimilas? Sobrepasa lo que uno podía conocer, de acuerdo a nuestra historia', expresó Helion Arents, miembro de la comunidad wayuu.

Este pueblo, que representa la quinta parte de la población indígena en Colombia y el 48% de la población de La Guajira, tiene unas consignas claras. Son guerreros, pero no permiten que se toque a las mujeres ni a los niños. No van a la guerra, no se violan, no se expulsan de la tierra.

El 12 de abril de 2004, los paramilitares profanaron lo inquebrantable.

Algunos hablan de 200 paramilitares, la Comisión de la Verdad registra alrededor de unos 40 los que llegaron a Bahía Portete ese día. Hombres de Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, quien comandó el Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) llegaron a la zona y entonces se desató la masacre.

Tenían una lista, según recapituló la comisión, con el mandato explícito de asesinar a los hombres de la familia Fince. La muerte no los encontró, pero sí a sus mujeres. 'Torturaron y asesinaron a mujeres de las familias Fince Uriana, Fince Epinayú, Cuadrado Fince y Ballesteros Epinayú'.

El asesinato no era suficiente para el grupo paramilitar. Sacaron de sus casas a Margoth Fince Epinayú, a Rosa Cecilia Fince y a Rubén Epinayu, detalla la Comisión de la Verdad. A las matronas wayuu, a las mujeres intocables, les cortaron la cabeza y las clavaron en estacas y, como botín de guerra, se jactaron del hecho y exhibieron los cadáveres en las puertas de los ranchos.

'La comunidad ha denunciado que hubo violencia y tortura sexual contra las mujeres como mecanismo para arrasar y doblegar a miembros de su grupo étnico', relató la Comisión de la Verdad.

En total, según la entidad que nació tras el Acuerdo de Paz, asesinaron a seis personas, cuatro de ellas, mujeres. Se reportaron las desapariciones forzadas de Diana Fince Uriana, Reina Fince Pushaina y una tercera persona no identificada. Además hubo heridos. Ni los dioses de la muerte se salvaron: profanaron el cementerio. Saquearon y quemaron varias casas. El pueblo wayuu dividió su historia en dos y su tejido social quedó destruido.

La finalidad se cumplió. Bahía Portete quedó deshabitada, más de 600 indígenas se desplazaron y hubo una avanzada paramilitar en el territorio, estratégico por ser una zona portuaria.