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La dignidad humana como único recurso de supervivencia. Trabajo sexual para tener un techo, comida y dinero que enviar a los que se quedaron en Venezuela. Aguantar todo tipo de explotaciones y violencia de parte de tratantes de personas.

Las realidades de las mujeres, los hombres y la población LGBTI+ migrante y refugiada que llegan a la capital del Atlántico en busca de escapar de la miseria, de tener algo mejor, pareciesen ser nada alentadoras. Hay quienes acuden al sexo, en sus diferentes maneras, ante la desesperación y terminan a la merced de redes delincuenciales que evidentemente pulverizan sus derechos.

No, ser trabajador sexual no es un delito. Pero, según expertos, la carencia de reglamentación en Colombia ha llevado a que quienes acceden a ejercer la práctica se conviertan víctimas de aprovechados.

De acuerdo con estudios nacionales del colectivo Caribe Afirmativo, Barranquilla es la segunda en el escalafón de capitales con mayor proliferación de lugares donde se desarrollan actividades webcam con la población ya mencionada. En algunos de estos sitios las condiciones, según ha expuesto la Fiscalía en casos recientes, son deplorables. Allí, teniendo en cuenta relatos de afectados que sustentaron indagaciones de policía judicial, los explotan de manera sexual y laboral, los someten a drogarse para incentivar el rendimiento y a un sinfín de vulneraciones más.

Esta situación quedó evidenciada ‘Sexo por supervivencia’, un informe realizado y expuesto en Nueva York (EE. UU.) el pasado 5 de diciembre por la organización internacional sin ánimo de lucro Aid For Aids, la cual instaló una sede en el país hace un par de años para trabajar en pro de las personas con VIH, enfocados en la población migrante venezolana refugiada.