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Luis Ramith Quesada Rosado era un tipo que se la pasaba hablando día y noche del Ejército Nacional. Se le inflaba el pecho por el camuflado. Miraba con orgullo a los militares y alimentaba su corazón con los discursos de las Fuerzas Armadas. Su sueño desde niño, cuenta su familia, era pertenecer a las filas de la milicia y proteger a Colombia. Pero la vida es irónica y sus mismos héroes terminaron siendo sus verdugos.