Compartir:

A solo días de haberse efectuado la medida de aseguramiento preventiva en centro carcelario contra Orion Michael Depp, el influencer estadounidense que presuntamente abusó de varias menores de edad en Antioquia, nuevos relatos de las víctimas se van conociendo logrando entender el modus operandis del abusador.

Quien ofreció su testimonio fue una mujer que hacía las veces de asistente de Depp, la joven cuenta que fue contratada para ayudar al estadounidense, de origen indio, con quehaceres cotidianos como hacer el mercado o organizar los documentos de su empresa de criptomonedas.

Al menos así la sedujo, además de ofrecerle un jugoso sueldo, le pagaba 20 mil pesos la hora en una jornada de ocho horas diarias de lunes a viernes lo que se traducía en cerca de $3,200.000 de pesos al mes.

Sin embargo, las verdaderas intenciones de este influencer, que cuenta con más de 3,3 millones de seguidores en Instagram, poco a poco fueron saliendo a flote. Depp le encargó a su nueva asistente una tarea la cual consistía en presentarle a muchachas jóvenes ya que según cuenta la víctima, él no tenía muchas habilidades para socializar. Todo se trataba de una “cacería” en la que buscaba a sus vítimas.

El testimonio a El Espectador de la exasistente del hoy capturado da cuenta de que este hombre ofrecía hasta $250.000 pesos por cada encuentro sexual con menores de edad para lo cual frecuentaba sitios públicos en los que escogía a sus víctimas.

“Otra cosa que hacía mucho es que él se iba al metro de Medellín, varias veces por semana, porque decía que esa era la forma más fácil de conseguir novia o chicas. Se montaba al metro dentro de las estaciones de Envigado hacia Bello, rumbo a las comunas y así engañaba peladitas”, contó la mujer al citado medio.

Además de acceder carnalmente a las jóvenes, Krishan Agarwal, el nombre de pila del influencer, grababa los encuentros sin el consentimiento de las menores a las que abusaba. Con esos videos también tenía un plan: inaugurar un sitio web de modelos webcam en los que pretendía difundir las grabaciones de los vejámenes sexuales a los que sometía a sus víctimas.

“Me mostró el anuncio de la empresa de modelaje webcam y me dijo que por favor los imprimiera y los pegara y repartiera en las comunas. También me indicó que el primer pago que les daría por el video porno sería de $250.000 pesos y que iría aumentando el valor si volvían al estudio a grabar. Yo era un puente para que él pudiera acceder sexualmente a niñas pobres y vulnerables de las comunas”, señaló la exempleada.

También se supo que este hombre consumía estupefacientes para lo que acudía al mercado negro para comprar drogas como tusi, fentanilo o clonazepam a las que obligaba a las menores a consumirlas para ejercer un mayor dominio sobre ellas.