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Era una noche decembrina de 1993 en Barranquilla. Jaime Abello Banfi, que por esos días estaba a cargo de la gerencia de Telecaribe, había organizado una cena para el mismísimo Gabriel García Márquez, con quien en ese entonces tenía una relación cordial de casi 10 años. La velada –en la que también estuvo presente Ernesto McCausland– había girado netamente sobre enormes tomos de periodismo, las pasiones que despierta y los retos diarios de la profesión, una incuestionable cita en la que cualquier afiebrado por el mundo de las letras desearía haber tenido un silla; sin embargo, el anfitrión olía algo más allá de una deliciosa cena y una charla excepcional.