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Como respondiendo al pensamiento de la exparlamentaria Ingrid Betancourt Pulecio, que horas antes había reclamado un abrazo entre todos los colombianos, una veintena de jóvenes ciudadanos se apostó a las afueras del recinto con una larga pancarta que decía: 'Declarémosle la paz a la guerra'. Al término del foro Reconciliación, más que realismo mágico, la muchachada aspiraba a fundirse en abrazos con todos los participantes y a llenar el cartel con firmas y mensajes en favor de la no violencia, independiente de la ideología de cada cual.

En la acera de al frente, no más de quince manifestantes, con megáfono y carteleras, pretendía lo contrario: sabotear y protestar por el desarrollo del panel y por la presencia en él de personajes como Betancourt y la representante a la Cámara Clara Rojas. Entre otras razones, el motivo de su descontento era el hecho de que las dos mujeres, que permanecieron en cautiverio por seis años en la selva, bajo el dominio de las Farc, estuvieran allí para rezumar sus sentimientos en favor de la paz y el perdón.

'Paz es amor, es respeto', decían los primeros; 'Reconciliación no es impunidad, no es entregarle el país a las Farc', ripostaban los segundos. Fue una vocinglería permanente en medio de la cual fueron ingresando los foristas y el púbico, un evento cuyo propósito no era poner a todos de acuerdo, sino abrir un espacio para la opinión y el debate respetuoso. En efecto, así transcurrieron más de cinco horas en el auditorio de la Cámara de Comercio de Bogotá.

Era importante el testimonio de todos los oradores, pero el protagonismo estaba centrado en la excandidata presidencial Ingrid Betancourt y en quien fuera su compañera de fórmula, Clara Rojas; ambas, unidas por el padecimiento del secuestro, pero distanciadas durante años a causa de las mismas condiciones hostiles de la guerra y de la selva. Pero allí se vieron, se estrecharon la mano y se abrazaron. 'Salieron bien libradas', como dijo Clara.

Ingrid Betancourt habló y soltó varias frases para titulares de prensa, frases en las que intentó traslucir un corazón libre de rencores: 'No hay nada más fuerte que el perdón para detener la deshumanización' o 'Quienes más han sufrido la guerra son quienes buscan la reconciliación' Para la exparlamentaria, los intransigentes con la firma de un acuerdo de paz, son aquellos que no han sufrido los rigores de una confrontación casi secular.

Pero reconciliación no es olvido ni borrón y cuenta nueva, piensa la excandidata, exparlamentaria y exrehén; por el contrario, es hacer memoria y crear un escenario en el que cada cual identifique su interés. Betancourt no advierte impunidad en el proceso de paz porque considera el modelo de justicia transicional como una propuesta creativa que responde a la expectativa de una sociedad que reclama verdad y a la de una guerrilla que necesita seguridad jurídica.

Clara Rojas se confesó emocionada de volver a ver y a hablar con Ingrid. 'Ya no me acuerdo ni me interesa', reflexionó sobre las razones que originaron su distanciamiento, prefiere no enredarse en la génesis de los problemas, pero se concentra, según siente, en pensar lo imposible, como El Quijote, y en entender que el dolor fue un aprendizaje, una condición que no desearía para su entorno. En el instante, a sus oídos llegaron los ecos de los detractores del foro. 'Voy a saludarlos', se despidió buscando la fuente de las voces contrarias.

En el entretanto, el turno en el panel era para Marta Lucia Ramírez, Carlos Holmes Trujillo, Horacio Serpa Uribe y Juan Carlos Henao, jurista y rector de la Universidad Externado de Colombia. Todos, de pensamientos distintos, debatieron durante largos minutos. A Holmes le preocupa el mecanismo de refrendación de los acuerdos, a Marta Lucía, que al tenor de una justicia transicional se ponga en el mismo nivel a militares y guerrilleros; y a Henao, explicarles a los anteriores el contexto jurídico del proceso de paz.

A Horacio Serpa le preocupa que el Centro Democrático se corra tanto a la derecha y no asome por los lados de la Casa de Nariño. 'Dígale al doctor Álvaro Uribe que se arrime', mandó la razón con quien fuera precandidato presidencial de la colectividad uribista. Así, con esos dimes y diretes se acababa el foro Reconciliación, más que realismo mágico.

Afuera, los jóvenes ciudadanos esperaban a los intervinientes para que inscribieran su mensaje esperanzador en la pancarta. Ya Ingrid, Clara y Alan Jara, otro exsecuestrado, lo habían hecho; otros, como el general Luis Mendieta, cautivo por más de once años, se negaron a rubricar la valla. Mientras los opositores del otro andén se fueron retirando, los simpatizantes de la paz, iban logrando el cometido de llenar su aviso y de colmarse en abrazos.

Por obra y gracia de unas máscaras, consiguieron que personajes renuentes abrazaran a sus detractores, se arrimaran, como diría Serpa. Las caretas correspondían a personajes de la talla de Óscar Iván Zuluaga, Francisco Santos, Alejandro Ordoñez y Gustavo Petro.

¡Quien lo creyera! Abrazos imposibles; como la premisa del Quijote, como la posibilidad de que los de la orilla contraria se cruzaran a firmar, como una esperanza pintada por el nombre del espectáculo de Suso el Paspi que anunciaba el teatro Astor Plaza, ubicado apenas a dos cuadras donde sucedió ese realismo mágico que quiso trascender el nombre del foro: Esto se compone.