Armados como soldados romanos salen decenas de hombres cada mañana de sus ranchos a la orilla del río Magdalena. Llevan en sus manos arpones filosos, capaces de intimidar hasta al más valiente de los seres vivientes. Cerca del agua, donde la vegetación está medio reseca por el verano, empiezan a agujerar la tierra. Puyan con vehemencia y cuidado. Pegan el mentón al pecho y solo lo levantan cuando han inspeccionado cada centímetro de la zona.
Buscan hicoteas, manjar prohibido, pero bastante apetecido durante la Semana Santa. En los pueblos de la región Caribe está muy arraigada la costumbre de devorar la carne y los huevos de estos reptiles en esta época del año, por eso durante la Cuaresma aumenta la caza ilegal y despiadada de las Trachemys callirostris, nombre científico de dichos animales.
Esta tradición gastronómica es sustentada por sus adeptos en creencias religiosas: 'Los días santos no se pueden comer carnes rojas, y la hicotea es más barata que el pescado, además es sabrosa', cuenta Aquiles González mientras engulle clandestinamente un guiso de esta especie en una colmena del mercado de Barranquilla.
Antes de que esa hicotea llegara a ese plato atiborrado de arroz blanco y salsa al gusto tuvo que sufrir un calvario, pasar por la ‘calle de la amargura’. Algunos cocineros que la preparan no la comen, quizá, aterrorizados por la forma en que mueren.
'La muerte de esos animalitos es cruel. Hay quienes las meten vivas en una olla con agua hirviendo para que una vez mueran quitarles el pellejo con más facilidad. Otros hacen que asome la cabeza, le cortan la boca para que no pueda cerrarla y obviamente no los muerda, entonces empiezan a partir el caparazón con su corazón aún latiendo', explica Manuela Barbas, veterana cocinera del mercado público.
Su estado es vulnerable
La hicotea está dentro del grupo de especies protegidas por las leyes colombianas. 'En el Atlántico y a nivel nacional tiene la categoría de amenaza como una especie vulnerable, pero la vulnerabilidad que se la ha dado es por el mal uso de la especie', afirma el biólogo Joe García Quiñones, asesor de gestión ambiental de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico.
El sistema más global e integral que determina el estado de conservación de cada especie es la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Son ocho escalas y cada una representa el estado de los grupos: Extinto, Extinto en Estado Silvestre, Peligro Crítico, Peligro de Extinción, Vulnerable, Casi amenazada, Preocupación Menor y Datos insuficientes. Cualquier especie que se encuentre en las categorías de Vulnerable, en Peligro o en Peligro Crítico, se considera en riesgo de extinción.
Un negocio perjudicial
Ramiro Orozco tiene 46 años y toda la vida ha vivido frente al río Magdalena. Sabe que las hicoteas habitan cerca de los humedales, en zonas cenagosas. Que su ciclo reproductivo se inicia en septiembre con el celo y la cópula, dentro del agua.
Que este proceso finaliza en diciembre, y las puestas se inician en enero, pudiendo prolongarse hasta bien entrado abril.
'En el verano estas (las hicoteas) salen a poner los huevos. Excavan sus nidos y los dejan ahí, vuelven a tapar y se van. Luego se esconden en matorrales, o se entierran a esperar que lleguen las lluvias. El primer aguacero las saca y se las lleva para el río', dice.
En efecto las hicoteas pueden enterrarse meses enteros y sobrevivir de sus reservas. Allí, supuestamente escondidas, son presa fácil para el arpón de sus verdugos. 'Uno va chuzando y cuando sentimos el tac decimos: ahí hay una. Picamos alrededor para descartar que sea una babilla y la cogemos', relata.
Otra manera de cazarlas es apaleando el río. 'Hacemos bulla batiendo un palo dentro del agua o puyamos la arena del fondo. Ellas salen a nadar y las pillamos'. También hay quienes hacen quemas aledañas a los humedales para que estas salgan, pero en esa acción macabra, teniendo en cuenta la lentitud de estos reptiles, son más los que mueren que los que cazan.
Si le va bien en una jornada recoge 50, algunas para alimentar a su familia y otras para vender, entre $6.000 y $8.000, dependiendo del tamaño. Por lo general la compran ‘mayoristas’, que las revenden duplicando el precio, o mucho más.
Con las hicoteas pasa como con las drogas: entre más demanda haya de consumidores y sean más estrictos los controles policiales aumenta el valor. Algún día pagaremos caro el pr
ecio de su extinción.
Su importancia para preservarlas
Joe García explica que las hicoteas ayudan a conservar el equilibrio en el ecosistema y que sus heces, por ejemplo, sirven de alimento para los peces de los ríos y ciénagas.
'En la CRA venimos adelantando campañas de sensibilización con las comunidades para conservar esta especie. Nos ayudan a encontrar huevos, los incubamos y esperamos a que eclosionen para luego liberarlos', dice.
La caza y venta, delito
Según el artículo 328 del Código Penal habrá prisión de 48 a 108 meses y multa hasta de 35.000 salarios mínimos legales mensuales vigentes a quien venda o trafique recursos fáunicos silvestres. La pena aumentará de una tercera parte a la mitad cuando estén categorizadas como amenazadas.