El afán de Luis Eduardo Barrios por sacarse del sombrero máquinas de todo tipo, autómatas electrónicos que sigan abnegados un propósito determinado, o programas que desafíen las fronteras de la ficción, no obedece a la ambición de fama o una búsqueda de utilidad. Para este barranquillero de 21 años se trata simplemente de demostrar que lo puede realizar.
Desde el 2010, sus esfuerzos se han centrado en lograr digitalizar varias funciones análogas de los dispositivos actuales, es decir, eliminar los controles intermediarios y realizar todo directamente con el cuerpo. Para ello se ha servido de Kinect, un dispositivo de la consola de videojuegos Xbox 360 con funciones de reconocimiento corporal.
Su rostro, oculto tras dos gruesas gafas que corrigen precariamente una miopía de 4 dioptrías, reacciona visiblemente emocionado al explicar las funcionalidades del aparato. “La ventaja de trabajar con el Kinect es que tiene un sensor infrarrojo que permite captar la profundidad; tiene muchas posibilidades”.
Su último proyecto le tomó poco más de dos meses. Se trata de un piano que puede tocarse en el aire, sin ningún tipo de instrumento, tan sólo el sensor de la cámara que reconoce las manos del intérprete y el computador que procesa las señales por medio de un lenguaje de programación que él mismo diseñó.
El piano digital reproduce 13 notas fieles a su hermano material. Aunque aún le faltan detalles y mayor precisión, la intención del joven ingeniero es crear un instrumento basado por completo en ingeniería, quizás dar un paso más cerca a un futuro en el que la tecnología reemplace incluso las antiguas formas de hacer arte.
Precisamente en este punto se centra uno de sus mayores intereses, lograr que las máquinas perciban su entorno de manera inteligente, comprender el espacio en que se encuentran situadas y reaccionar de la forma más eficiente según la situación.
Desde hace algunos años el auge de los dispositivos sensores es innegable, sobre todo en consolas de juego como el Nintendo Wii y, en la actualidad, el ya mencionado Kinect junto al Playstation move. Las posibilidades de estas tecnologías aplicadas a otros campos de la cotidianidad son incalculables.
Entre sus posibles usos, el ingeniero resalta una idea que aún no ha podido llevar a cabo debido al nivel de complejidad que conllevaría y las limitaciones que el tamaño de las cámaras plantea. “Con estos sensores se podría crear un aparato que guiará personas ciegas, la cámara reconocería el entorno y les indicaría qué acción realizar según el caso”, precisa.
Junto al grupo de robótica de la Universidad del Norte, del cual hace parte, desarrollan un robot recolector de café con el que planeaban participar en el 10° Concurso Latinoamericano de Robótica para Estudiantes. Sin embargo, el tiempo no les alcanzó para presentarlo este año. “La idea es diseñar una máquina capaz de aprender para que haga el trabajo cada vez más rápido”.
Relaciona la ingeniería con un arte de misterios precisos, aunque en términos prácticos recuerde más a la magia. Su principal motivación es la pasión que siente por lo que estudia; mientras a algunos les mueve la música o el deporte, Luis se siente satisfecho rodeado de circuitos dando vida a dispositivos ingeniosos. Su sueño es tan ambicioso como las ideas que a diario le vienen a la mente: “quisiera poder dejar una huella, algo que cambiara la forma de vivir de las personas y se hiciera parte de sus vidas, que cuando muera sigan hablando de eso”.
Por: Rafael Pabón
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