Barranquilla le brinda tributo al Centurión de la Noche con una estatua colosal, monumental, majestuosa, que vaina tan ‘mamonúa’ –qué pena, pero así hablamos los barranquilleros– que nos enorgullece y hace que se nos hinche el corazón de la emoción con tan fantástica obra.
Los barranquilleros no solo somos únicos, sino que somos especiales por la sencilla razón de que sentimos, pensamos y actuamos diferente.
Mientras en todas partes del mundo se les hacen bustos y monumentos, y se les rinde honores y reconocimientos a los políticos y militares, para nosotros nuestros héroes son los que nos han dado las mayores alegrías, quienes en todos los sentidos han dirigidos sus emociones hacia nuestros carnavales, a los que con su arte nos enseñaron que venimos al mundo a ser felices, a gozarnos la vida, a disfrutar de ella con responsabilidad y respeto por los semejantes, pero con mucha disposición para la felicidad y muchos bríos para con la alegría, que nada más tenemos que aflorarla porque la llevamos intrínseca.
Por eso les rendimos tributos a nuestros héroes, que son artistas, músicos, cantantes y deportistas. Como decía Cantinflas: más vale un cobarde vivo que un héroe muerto, nosotros no somos gente de pelea, de guerra, somos alegres por naturaleza y con un espíritu impregnado de paz. Esa es la razón por la cual Esthercita Forero, La Novia de Barranquilla; Shakira y Francisco Pacho Galán tienen sus monumentos, y ahora el Centurión de la Noche, Joe Arroyo, recibió su merecido homenaje, el día 17 de diciembre del 2011, en la develación de la titánica e imponente escultura de 10 metros de altura y 17 toneladas de peso, en el Parque de los Músicos.
La obra del arquitecto Yino Márquez es perfecta, no tiene nada que objetársele. Como tituló su artículo en EL HERALDO la periodista Martha Guarín, el sábado 17, parodiando al pintor Rafael, ¡canta Joe! Eso es lo que le falta, pero se le puede colocar en su base un sistema musical con temas, y además, se le debe colocar en una placa su nombre completo, lugar y fecha de nacimiento y de su muerte, y como epitafio que su última voluntad fue: En Barranquilla me quedo. Me parece que el monumento se debió colocar más hacia la calle 74, donde está una propaganda de la firma inglesa Stanley. Quedaría en un lugar más alto.
Atentamente,
Cristóbal Alarcón Polo