Mucha suerte, muchos éxitos y mucha virtud para saber mantenerse entre los extremos le deseamos a esa gran cantidad de mujeres que en este año, que apenas comienza, hacen parte de la nómina de las nuevas gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos en todo el país, así mismo, a todas aquellas que con muchos méritos y tesón se vienen desempeñando en los sectores público y privado a nivel nacional y local.
Nunca antes en la historia del país han dispuesto las mujeres de tantos cargos como hoy en día. Las universidades, institutos técnicos y el Sena hacen lo máximo posible para prepararlas y guiarlas para enfrentar el mercado laboral, recibiendo además, para fortuna de ellas, el respaldo de los democráticos padres de hoy, no tan exigentes como antaño de las decisiones de sus hijas. Padres autocráticos que no concebían libertad de opinión ni de palabra. El lema era “Haz lo que te digo”.
La desobediencia era una insurrección pecaminosa que debía ser aplastada con mano de hierro. Hoy sorprende verlas combinar la profesión, el trabajo y el matrimonio. También la atención de los hijos sin renunciar a ninguna de esas obligaciones.
Imagino que algunos se preguntarán: ¿Si vale la pena trabajar tanto, sintiéndose siempre tan tensas? ¿Por qué no quedarse en casa y ser madre, esposa y disfrutarlo? Aquellas que lo intentaron seguramente han terminado pagando un precio muy alto: un terrible aislamiento del mundo, la atrofia de sus habilidades y la deformación de la necesidad de su identidad y de su condición social y de seguridad a través del trabajo. Y lo peor, verse atrapados nuevamente en la terrible dependencia de la que era objeto la mujer en otra época. Además, la mujer que trabaja goza de la dicha de saber que sus hijos también dependen económicamente de ellas.
Atentamente,
José Luis Olivella Viloria