Decía el profesor Teófilo Ruiz (que en paz descanse): “para enseñar bien no basta con conocer las teorías pedagógicas y didácticas, es necesario saber y querer aplicarlas y probarlas en cada aula, en cada situación de enseñanza; en esto consiste ser un buen pedagogo e investigador, a la vez en comprender, distinguir, evaluar y resolver con compromiso personal las situaciones reales de su enseñanza concreta, de cierto contexto, y para lograr ciertas metas de formación y de saber, a la vez.
¡Muy cierto! No estaba en lugar equivocado: “evaluar o hacer los exámenes en sus grupos de estudiantes es investigar.
Por consiguiente, investigar la enseñanza real no puede hacerse solo como espectador. Como el que sabe de arte necesita de un ojo ilustrado para detectar e incorporar cada armonía, cada pincelada, cada sentimiento, así mismo cuando el profesor evalúa e indaga reflexivamente sobre su enseñanza, coordina los eventos que ocurren y los confronta con el plan de enseñanza, pondera los esfuerzos de diálogo de cada alumno y del conjunto de clase por intercambiar sus puntos de vista y buscar algún acuerdo sobre el tema de la clase, sobre el análisis y comprensión del fenómeno natural o social que se estudia.
El profesor deja de ser un dictador de clase y se convierte en un ensayador de propuestas de enseñanza y de estrategias autorreguladoras que deben mostrar en la práctica si funciona o no, si son eficaces al menos en el corto y mediano plazo, mediante qué soporte y actitud reguladora del profesor, quien propone y aprueba, diseña y ensaya, inventa y experimenta, coordina y propicia el trabajo autónomo y autorregulado para obtener y ponderar del conjunto de las experiencias pedagógicas una información de retorno para el grupo actual y para los grupos que se le presenta en el futuro, enriqueciendo los patrones de solución de problemas relativos a la enseñanza.
Tiberio César Ruiz Villa