Años atrás, mis padres me brindaron la oportunidad de ir a la universidad, y por tomar algunas decisiones erróneas en momentos claves de esa etapa tuve que extender mi estadía en la universidad. Cuando hablo de decisiones erróneas me refiero a los vicios citadinos (la rumba, el dominó, el billar, etc.) ¡Ojo!, no es que sean malos, pero no deben ser prioridad, y se tornan peligrosos pues nos absorben de tal manera que nos olvidamos de nuestras metas y a su vez generamos decepción en nuestros padres, quienes depositan toda sus esperanzas en que cumplamos con dichas metas.
¿Qué padre no se siente orgulloso de decir: mi hijo es... médico, abogado, contador, ingeniero, etc.? En fin, no podía haber persona más sabia que mi padre para hacerme entender el futuro que me deparaba (un futuro para nada bueno) si seguía este rumbo, y lo hizo con una lección de vida: trabajé día tras día con él durante un año, cumplía con varios roles, los cuales no menciono por no generar molestias, pero a su vez considero que ningún trabajo es deshonra, pero a decir verdad, ¿quién no prefiere estar en una oficina o en un quirófano en vez de ayudar a descargar un carro mula cargado con 1000 bolsas de cemento? Allí comprendí que no era eso lo que quería para mi vida, y decidí pedirle una nueva oportunidad a mi padre, quien inmediatamente accedió a mi petición, eso sí con algunas condiciones. ¡El hombre cumplió con su propósito!, el cual era hacerme entender que si quería ser una persona triunfadora en la vida tenía que comenzar por estudiar. En el año 2006 regresé a la universidad después de haber aprendido la lección de aquel hombre sabio que me dio un norte el cual seguir, después largas y extenuantes horas estudiando los cálculos, la física, estadísticas, entre otras y recordando aquel carro de mula de cemento puse mi mayor empeño y seguí adelante. En el año 2010 tomé grado como Ingeniero Industrial, y eso se lo debo a tres seres, a Dios, mi padre y mi madre. Con esto no quiero decir que todos los padres hagan lo mismo, cada quien conoce a su hijo y sabrá la mejor manera de hacerle entender cuál es el camino que lo llevará al éxito. En el presente artículo solo quiero incentivar a aquellos estudiantes que apenas salen al mundo en busca de ser profesionales a que le den un verdadero norte a sus vidas y sepan que se encontrarán con adversidades y tentaciones, pero recuerden que hay personas que tienen su fe y esperanzas puestas en ellos, y que se sentirán orgullosos de tener un profesional en casa. A los que no van por buen camino, recuerden que están a tiempo para enderezar dicho camino y ser personas que pueden contribuir con el desarrollo económico y social de nuestro país. Por último, recuerden dejar todo en manos de Dios y que sea Él quien los guíe para tomar sabias decisiones.
Guido Illidge Mejía
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