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A inicios del nuevo siglo y la tercera década de la epidemia del sida no es posible ver un final cercano para la diseminación de la infección por el VIH, ni para el drama social, económico y de salud pública causado por esta enfermedad.

ONU sida, la agencia de las Naciones Unidas para el estudio de la enfermedad, estima que hay 34 millones de personas infectadas en el mundo y 14 millones de muertes: el 95% de estas personas viven en países subdesarrollados como el nuestro; se podría decir que cada país del mundo tiene casos de VIH. Cada día 16.000 personas se infectan con el virus; 10% de ellas son menores de quince años y el 50% de los infectados están entre los quince y veinticuatro años de edad, quienes adquirieron la infección por infección por transmisión sexual. Las mujeres jóvenes representan hoy el 43% de las nuevas infecciones. La transmisión heterosexual tiene marcado incremento en América Latina. Algunos países han informado tasas de infección en embarazadas de 8 a 10%.

En Colombia, actualmente el 0,7% de la población vive con VIH, y es un porcentaje que va en aumento: 160.000 son hombres y 45.000 son mujeres. De cada 5 casos de VIH una persona padece de sida. La población vulnerable la componen madres en estado de gestación, niños, niñas, adolescentes, personas en condición de calle, personas privadas de la libertad, población de hombres que tienen sexo con otros hombres, trabajadores y trabajadoras sexuales y población en condición de desplazamiento. La epidemia está francamente fuera del control en la mayoría de los lugares. La población más afectada es la de los adultos jóvenes, en edad productiva y reproductiva, lo cual genera un efecto económico y social desfavorable. El impacto social está dado, principalmente, por el derrumbe de la unidad familiar ocasionado por la enfermedad o muerte de uno o ambos padres, lo cual deja a niños y jóvenes sin la figura jerárquica que guíe el hogar. La epidemia también afecta a los hijos, cónyuges y hermanos, que deben asumir la discriminación social por tener un ser querido afectado; los padres, muchas veces ancianos, a quienes les toca deambular por los servicios de salud o las oficinas de las EPS buscando citas médicas, autorizaciones de exámenes y cada uno de los trámites burocráticos necesarios para la atención médica de sus seres queridos.

La única estrategia posible para intentar algún impacto en el curso de la epidemia es el acceso de la población a la información sobre los riesgos, las medidas protectoras y el derecho a los servicios de salud.

Édison De las Salas Bustos, MD.
Edelassalasbustos24@hotmail.com