Debo confesar que al momento en que nuestro papa anterior, Benedicto, renunció sentí un gran vacío en mi corazón, me sentí golpeada y débil, muy a pesar de que no soy la más católica; sentí que había perdido mis lentes, consciente de que sé que Dios es uno solo, pero, como todo, es una persona que merece nuestros más profundos respetos ya que él, a diferencia de todos nosotros, debe afrontar el peso de la vida que decidimos elegir una gran mayoría de los humanos.
Hoy tenemos nuestro nuevo papa Franciso –Jorge Mario Bergoglio–, debo dar gracias a Dios porque me regresaron mis lentes. Tenemos entonces ahora a la persona encargada nuevamente de unirnos a todos y ponernos dentro de un mismo corazón, la persona que propaga la palabra por medio de nuestras iglesias, templos, etc. recordándonos el amor, el respeto, la humildad, la unión y la aceptación.
Solo quería compartir humildemente la sombra que me acompañaba, y con esa ausencia recordé lo importante que son las personas que me rodean en cada espacio de mi vida.
Libia Orozco Ferreira
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