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Una vez terminé de verla no me pude contener, e inmediatamente me puse a escribir sobre el relato maravilloso y la grata enseñanza que deja esta película extraordinaria llamada Amigos. Este filme francés, inspirado en una historia de la vida real, me ha dejado atónito de principio a fin.

Los protagonistas de esta apasionante historia son un exconvicto y un tetrapléjico millonario. Dos personas de mundos completamente diferentes. A Philippe le gusta la lectura, la pintura y la música clásica: Vivaldi, Bach, Beethoven y Mozart, entre otros. En su mansión solo se respira arte. Por su parte, Driss es más del gusto de Earth, Wind and Fire, música danzable. Este último es un completo extrovertido.

En su relación laboral –que de laboral tiene poco– ambos descubren que en medio de diferentes estilos de vida son el uno para el otro. En la medida en que van transcurriendo los minutos, estos dos personajes afloran en el espectador todo tipo de sentimientos y sensaciones que impiden que nos desconectemos y nos veamos envueltos en una trama muy bien trabajada.

Es prodigioso saber que todavía existen personas como Driss, que pueden dedicar todo su tiempo –casi una vida– al cuidado de discapacitados, privándose de un sinnúmero de situaciones particulares que bien podrían redundar en la felicidad propia y no de aquel disminuido físico.

Hablar de discapacidad muchas veces puede ser angustioso para los familiares del discapacitado, y es que a veces, este grupo de personas con limitaciones físicas son objeto de discriminación o marginación. No obstante, el término discapacidad jamás puede ser sinónimo de desidia. Tampoco se puede caer en el abandono por parte del Estado. A propósito, nuestra Carta Política prevé en su artículo 47: que el Estado tiene el deber de “adelantar políticas de previsión, rehabilitación e integración social para los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a quienes se prestará la atención especializada que requieran”. Se trata de brindarles protección efectiva y de garantizar en tiempo real el propugnado derecho a la igualdad.

Pero volviendo a la película, Philippe, quien tiene una relación epistolar con Eléonore por más de 6 meses, no se atreve a citarla por temor a que esta lo rechace por su condición física. Driss, disgustado con su jefe, lo increpa para que este la llame y pueda así, definitivamente, cuadrar un encuentro cara a cara con quien ha sostenido una relación basada en la poesía.

Es tal vez esa sensación de rechazo la que hace que muchos de los discapacitados se vuelvan retraídos, impotentes, huraños y, lo que es peor, pueden llegar a convertirse en agorafóbicos potenciales. Nuestro papel radica, entonces, en transmitir confianza, brindar apoyo, de manera que sientan que no han perdido oportunidades de participar en la vida en condiciones de equidad con los demás.

Philippe –tetrapléjico como consecuencia de un accidente en parapente– nunca olvidó ser feliz a pesar de sus limitaciones físicas. Sin embargo, esa felicidad es compartida porque fue Driss quien hizo que su vida tomara un giro inesperado, pero favorable, para los intereses, gustos y afinidades de ambos. Philippe no estigmatizó a Driss por el solo hecho de ser exconvicto y le brindó la confianza necesaria que tal vez había perdido al contratarlo, para que este le acompañara en todo momento, y Driss le fue recíproco haciéndole descubrir que no todo está perdido y que aún en la adversidad renace la esperanza.

De manera, pues, que los invito a ver esta fantástica historia. ¡Recomendadísima!

Guido A. Illidge Cardona
@GuidoIllidge